A Carmela, por arroparnos con la reconfortante delicadeza de su fular.
A Albada, cuya inagotable
fuente de inspiración —tanto en prosa como
en verso— me hace sospechar que
tiene algún pacto inconfesable con las musas.
A María, por saber desenvolverse
con elegancia en terrenos donde muchos resultan chabacanos.
A Toro Salvaje, cuyos versos nos
hacen vibrar incluso a quienes no tenemos demasiada sensibilidad para la poesía.
A Manouche, por esforzarse en
hablar cada vez mejor nuestro idioma.
A Josep Mª Panadés, por su fidelidad
a mi blog durante tantos años, evidentemente correspondida, pero sin ningún
mérito por mi parte porque es una
delicia leerle.
A Mamen, por recordarme lo
poco que voy al cine y, en consecuencia,
lo analfabeto que soy en todo lo relacionado
con el séptimo arte. Tan ignorante que el otro día descubrí
que la galardonada guionista Isabel Peña es hija de un buen amigo mío.
A Juan L. Trujillo, con mi
cochina envidia por tener esa
varita mágica que convierte en arte todo lo que toca.
A Joaquín Lourido, recriminándole que lleve tanto tiempo —desde septiembre— sin asomarse por aquí, porque se echan en falta sus versos y
—por qué no decirlo— esas chavalas tan fermosas
con que los adorna.
A Ángeles, cuyos escritos hay
que degustarlos con detenimiento —como
el buen vino—, porque están siempre impregnados de su admirable cultura.
A Marigem, auténtica «estralica
de mano» —como decimos en mi tierra—,
porque lo mismo te escribe una novela, que te ayuda a curar un hámster, o a sacarle partido
a un trasto que está para tirarlo, o te da un paseo por su bendita tierra
gijonesa, o te aconseja —como hizo conmigo— para que puedas cumplir tu ilusión
de publicar un libro.
A David Rubio, alma máter de un proyecto tan generoso como
bien ejecutado, que nos permite a quienes estamos enganchados a este vicio de
juntar letras, encauzarlas hacia su/nuestro Tintero de Oro.
A Pepe de la Torre, Marta Navarro, M. A. Álvarez y Bruno Aguilar, por ser, además de magníficos escritores, cuatro de los bien seleccionados soportes en que ha decidido apoyarse David para poder dedicarse a más cosas en la vida que a El Tintero de Oro.
Al resto
de los escritores que sigo
en El Tintero de Oro, de cuyos escritos tanto aprendo y disfruto.
A Tracy, que Correcaminos se autodenomina y no le falta razón, porque es un incansable terremoto
compinchado con el mar y la luna.
A la Franconetti, una de las
Cármenes y otro adorable seísmo venido del Sur cargado de vitalidad.
A Carmen Silza, poeta imaginativa que nos recuerda palabras
olvidadas, nos enseña algunas que desconocíamos y se inventa otras que deberían existir.
A otra Carmen, la de El
collar de Hampstead, que nos está poniendo los cuernos con su otra vida,
llevando un año privándonos de su cinematográfico glamur.
A Julio David y a Miguel Díaz,
porque nadie es capaz de decir tanto como ellos en tan pocas palabras.
A Ildefonso Robledo, por
hacernos ver desde su objetivo matices que se escapan al ojo humano.
A Ginebra Blonde, por
reflejarnos como nadie, en sus sensuales versos, los sentires de una mujer.
A Karima, por ser capaz de
conocer mi blog mejor que yo mismo, aunque últimamente no se deje ver por aquí.
A Amapola Azzul, por la ternura que nos provocan sus versos,
en los que tan bien nos describe su encomiable lucha con su tambaleante estado
de ánimo.
A Puri, por su imaginativa
prosa para afrontar cuantos retos le pongan delante.
A Ricardo Tribin, porque nos
hace partícipes de su sabiduría a través de sus consejos.
A Conxita C., que últimamente
nos tiene bastante desenredados de sus letras y se le echa de menos.
A Carlos Augusto, por traer a nuestras vidas blogueras sus impagables
retazos colombianos.
A Jova, por «entristecerse en
la alegría y alegrarse en la tristeza».
A Conchita, cuyos cuentos y poemas son un terrón de azúcar en nuestros recorridos blogueros.
A Emerencia, excelente
escritora y todavía mejor persona.
A María Pilar, principal culpable de que se me enfríe la calva, porque cada vez que
leo algo suyo no tengo más
remedio que quitarme el
sombrero.
A Karin Rosenkranz, por sacar
de un apellido tan rotundo unos haikus tan dulces.
A Alís, porque a los que somos
tirando a brutos nos permite ponernos detrás de ella para ir recogiendo la sensibilidad que se le va
cayendo.
A la MaLquEridA, una de las debilidades de este
humilde bloguero que tanto la malquiere y a la que tanto admira.
A Fiaris, por repartirnos
sensatez con sus fábulas, cuentos y citas.
A Ester, por ser de esas
personas a las que acabas de conocer y te parece que son amigas de toda la
vida.
A Alfred, uno de los varios catalanes de por aquí que tan bien
escriben y tanto castellano me enseñan.
A Chaly, por ser tan
políticamente incorrecto.
A Flor, por ese admirable afán
de superación que va a convertirla en una gran escritora.
A Maripaz, con mi felicitación
a sus padres por haber estado tan atinados con el nombre que le pusieron, y a
ella por hacerse merecedora del mismo y por escribir tan bien.
A Xurxo y a Miquel Zueras, dos
humoristas señalados por los dioses para hacernos pensar y sonreír.
A Silvia Parque, madre, por
encima de todas las cosas, inteligente, culta y sensata.
A Ámbar, por saber enseñar la
Historia como preconizaban Horacio y Tirso: deleitando.
A Matías, en cuyo blog te encuentras con un madrileño que se viste por los pies.
A Nieves Martín, por contar las cosas tan a su aire, con tanta ternura, con tanto sentido del humor, tan bien.
A Ilduara, fiel seguidora sin blog que se le conozca.
A Regina Castejón, una de las
primeras personas con las que establecí
contacto desde este blog.
A Celia Seguí, Rafa Hernández,
Genín… siempre en nuestros corazones aunque estén parcialmente desaparecidos.
A los muchos que también sois, aunque no
estéis entre los citados, con mis disculpas. A quienes han estado en algún
momento y lo han dejado. A todos los que, en definitiva, habéis hecho posible, con vuestro apoyo, que este blog vaya a
cumplir en el próximo mes de enero su undécimo aniversario, quiero
testimoniaros mi más profunda gratitud y desearos unas muy felices fiestas de
Navidad y un 2023 lleno de salud, paz y prosperidad.
Un fuerte abrazo.