Cita del día

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CITA DEL DÍA: «A los ídolos no hay que tocarlos: se queda el dorado en las manos» (Gustave Flaubert).

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martes, 30 de junio de 2020

Pinocho (cuento)

REEDICIÓN (edición: 19/10/2015)




CUENTO CLÁSICO REINVENTADO


Geppetto era un anciano y humilde carpintero, al que de vez en cuando le gustaba fabricar muñecos de madera. Cuando terminó de dar los últimos retoques de pintura a Pinocho, se quedó mirándolo con el orgullo de quien se da cuenta de que está ante su obra maestra. Un hada en prácticas quiso aprovechar la ocasión para premiar su bondad, dándole vida a la marioneta para que se convirtiera en el hijo con que siempre había soñado. Cuando el artesano entro en el taller a la mañana siguiente y escuchó por primera vez la palabra papá de sus labios, creyó volverse loco de alegría. 

A continuación le entró una enorme preocupación porque a su recién estrenado hijo no le faltara de nada. Lo cogió de la mano y fue a hablar con el maestro de la escuela para matricularlo. Después a la librería, para comprarle el material escolar que le hacía falta. En la tienda de ropa le encargó todo lo necesario para que fuera impecablemente vestido. En la juguetería le dio unos cuantos caprichos que se le habían antojado. A un albañil le encargó la ampliación de su vivienda, para poder añadir un dormitorio. Como tenía que construir los muebles para el mismo, acudió a casa de unos clientes para rechazarles un pedido que acababan de hacerle. En el Ocaso se hizo un seguro de vida y el de fallecimiento, por lo que pudiera pasar considerando su edad y que su salud no era demasiado buena. Por último acudió a su banco habitual para contratar un plan de ahorro enfocado a los estudios universitarios de Pinocho, así como para hipotecar la carpintería con objeto de poder hacer frente a los pagos que se le estaban viniendo encima. Volviendo para casa vio que doña Berenguelita ya tenía lotería de Navidad y le compró dos décimos. 

Al cabo de unos meses los gastos se le empezaron a acumular, hasta que su situación económica se hizo insostenible. Por otro lado el chico tampoco era feliz. Sus compañeros de escuela se mofaban de su cuerpo de madera y no querían jugar con él. Con esa sensibilidad con que solo los niños saben tratar a quienes se sienten desvalidos, frecuentemente le acercaban un mechero diciéndole que iban a prenderle fuego para calentarse las manos. 

El hada en prácticas acudió a su tutora para exponerle la situación. Esta le dio ánimos diciéndole que lo importante era que había actuado con la mejor intención, si bien le había faltado la visión de futuro que solo se consigue con la experiencia. Aprovechando que el día anterior se había celebrado el sorteo de Navidad de la lotería y Geppetto todavía no le había echado un vistazo al periódico, falsificó la noticia en su ejemplar haciendo ver que le había correspondido el premio gordo. Cuando lo leyó se lo comentó alborozado a Pinocho. En el momento en que padre e hijo estaban abrazándose llenos de alegría, el hada veterana paralizó la escena. De esta forma quedaron inmortalizados para la posteridad en una preciosa talla de madera rebosante de felicidad. 


miércoles, 24 de junio de 2020

Los músicos de Bremen (cuento)

REEDICIÓN (edición: 15/10/2015)

 


 
CUENTO CLÁSICO REINVENTADO


Un burro, que cargaba sacos sin descanso en un molino, se marchó de su casa cuando se dio cuenta de que el ingrato de su amo, al observar que había perdido facultades como consecuencia de su vejez, iba a pagarle su trabajo de tantos años sacrificándolo. Tomó la determinación de afincarse en Bremen para ganarse la vida como músico callejero. En el camino se encontró con un perro, al que iba a sucederle lo mismo porque ya no servía para cazar. Le invitó a unirse a él para hacer un dúo y aceptó encantado. Parecido ocurrió con un gato y con un gallo, por lo que decidieron formar un cuarteto. Como la ciudad estaba demasiado lejana para hacer el trayecto en una jornada, se les echó la noche encima y buscaron en el bosque algún lugar donde cobijarse. Enseguida vieron la luz de una casa y se acercaron a ella. Por la ventana observaron a una anciana que estaba sacando comida de una cesta para cenar. Desfallecidos como se encontraban, porque llevaban todo el día sin probar bocado, llamaron a la puerta. Cuando les abrió le cocearon, mordieron, arañaron y picaron, dejándola fuera medio muerta para quedarse de okupas. Un lobo que pasaba por allí se la comió. Su nieta lloraba desconsolada en el funeral, porque por culpa del luto le habían hecho teñir de negro su preciosa caperuza roja.


viernes, 19 de junio de 2020

Cuento de la lechera

REEDICIÓN (edición: 29/06/2015)

 



 CUENTO CLÁSICO REINVENTADO


Todas las noches, nada más llegar a casa, abre el armario de su dormitorio y saca una pequeña caja de caudales. Se recrea separando una parte de sus ingresos diarios y metiéndolos en ella. Hoy volverá a hacer lo mismo, pero sin embargo es un día muy especial. Por fin van a alcanzarle los ahorros para comprar la máquina de coser con que poder establecerse por su cuenta. En no demasiado tiempo se hará con otra y le dará trabajo a la Choni, su amiga y compañera de piso, tan trabajadora y mañosa como ella en las labores de costura. Ayer, sin ir más lejos, estuvieron hablando largo y tendido del asunto. Las dos podrán trabajar en casa, pero para cuando pueda comprar las siguientes máquinas ya le ha echado el ojo a un local que lleva tiempo sin alquilar. Lo tiene medio apalabrado con la propietaria. Allí se ubicarán perfectamente hasta ocho personas. Con tantas empleadas ella podrá dedicarse a la creación de sus propios modelos, que es lo que realmente le gusta. Como diseñadora sus ingresos aumentarán considerablemente...

Tan ensimismada está en sus pensamientos que casi no se da cuenta de que ha llegado a su portal. Mientras saca la llave del bolso una extraña intuición cruza por su mente. Conforme sube las escaleras de los dos pisos se va convirtiendo en angustia. Cuando entra en la vivienda y ve que en la habitación de su compañera no queda ni la maleta, no necesita ir al armario de la suya para confirmar sus temores. Sin llegar a quitarse el abrigo va a la policía a poner la denuncia.

No ha vuelto a saber nada de la Choni, ni de la caja de caudales. Sigue en su trabajo de siempre y ha empezado a ahorrar de nuevo. El dinero ahora lo guarda debajo del colchón. Piensa lo bonito que quedará en  el local un cartel luminoso con su nombre, mientras satisface los lujuriosos caprichos del baboso de los jueves por la tarde.


lunes, 15 de junio de 2020

Las habichuelas mágicas (cuento)

REEDICIÓN (edición: 25/09/2015)





CUENTO CLÁSICO  REINVENTADO



Una pobre viuda, que vivía con su hijo en una humilde choza, no pudo trabajar durante unos meses como consecuencia de una enfermedad. Para poder subsistir tuvo que tomar la determinación de vender la vaca, que era el único bien que poseía. Envió al chico a la feria del pueblo para ver lo que era capaz de sacar por ella. En el camino se encontró con un anciano, el cual le ofreció cambiársela por una bolsa con habichuelas. Según le dijo eran mágicas y le garantizarían de por vida su manutención y la de su madre. Encontró el negocio ventajoso, acepto y volvió tan contento a casa sin haber llegado siquiera a pisar el mercado. La pobre mujer se llevó el disgusto de su vida, arrojó el contenido de la bolsa por la ventana que daba al jardín y mandó al muchacho a la cama sin cenar, no tanto por castigo como por falta de comida. Compungido como estaba le costó dormirse, pero cuando lo hizo tuvo un sueño. Las judías que había tirado su madre se habían convertido durante la noche en una enorme planta de la que no se veía el final. Ascendió por ella y, cuando estaba por encima de las nubes, se encontró con el castillo de un gigantesco y malvado ogro que se comía a los niños (para variar). Con valentía logró deshacerse de él, no sin antes haber hecho acopio de una buena parte de sus riquezas (para variar también). Cuando se despertó se dio cuenta de que esas gilipolleces solo pasan en los sueños y tuvo que enfrentarse a la cruda realidad. Lo único que había ocurrido aquella noche era que las habichuelas habían germinado, crecido moderadamente y madurado, en un proceso que en una planta normal hubiera llevado algunas semanas. En consecuencia pudieron preparar unas deliciosas alubias para desayunar, almorzar, comer, merendar y cenar; sin embargo la rentabilidad que le habían sacado a la vaca seguía resultando ridícula. La sorpresa se la llevaron al día siguiente y en los sucesivos, cuando observaron que la planta volvía a dar frutos. De esta forma se cumplieron las palabras del anciano, en el sentido de que no iba a faltarles el sustento. El problema con que se encontraron fue que una dieta tan reiterativa no resultaba equilibrada. La consecuencia más preocupante no era que en el pueblo se les hubiera puesto el apelativo de los pedorros (por razones obvias), sino el hecho de que para buscar remedio a las flatulencias se aficionaron a los licores de anís y acabaron alcoholizados y con el hígado hecho unos zorros. Asimismo la falta de ejercicio para ganarse el pan con el sudor de su frente les llevó a una obesidad que terminó con ellos en una silla de ruedas. A pesar de ello puede decirse que fueron felices comiendo judías, tú no las probaste porque estaban frías y a mí no me dieron porque no quisieron. 


miércoles, 10 de junio de 2020

Hansel y Gretel (cuento)

REEDICIÓN (edición: 19/09/2015)




 
CUENTO CLÁSICO REINVENTADO


Hace muchísimos años, en un lejano país, se casaron una malnacida y un calzonazos, malnacido también (no nos engañemos). Fruto de ese matrimonio nacieron un niño y una niña, que se llamaron Hansel y Gretel. Llegó una época de crisis (casi tanto como la actual) en que flaqueaba la despensa. A la mujer no se le ocurrió otra cosa que tratar de sacudirse a sus hijos perdiéndolos en el bosque, para que se buscaran la vida como pudieran. El marido se resistió al principio, consciente de que iban a abocarlos a una muerte más que probable, pero bastó con la amenaza de dormir en el sofá y tener que beneficiarse a la cabra cuando quisiera desfogarse para que transigiera. A la mañana siguiente partieron los cuatro. Cuando los padres consideraron que estaban lo suficientemente lejos como para que los pequeños no fueran capaces de orientarse, allí que los dejaron con la promesa de volver a buscarlos antes de anochecer. Todavía estarían esperando los pobretes. Menos mal que Hansel, resabiado como estaba porque la hijoputez de sus padres venía de lejos, se había olido la tostada y tomado la precaución de ir echando unas piedras blancas que llevaba en los bolsillos conforme iban caminando. Para recorrer el camino de vuelta no tuvieron que hacer más que seguirlas a la luz de la luna. Cuando los vieron regresar, sus progenitores se quedaron con un palmo de narices. Pero la mala zorra de la madre tomó precauciones para que al día siguiente no pudieran hacer lo mismo, por lo que tuvieron que recurrir a echar migas del pan que llevaban para comer. El problema fue que los cabrones de los pajarillos se las comieron, por lo que no encontraron la forma de volver. Se sentaron junto a un árbol y encomendaron su suerte a Dios, pero les dijo que no tuvieran morro y que pusieran algo de su parte. Y así fue como empezaron a caminar, hasta que se toparon con una casita de chocolate. Una señora muy amable les invitó a entrar. Todo parecía muy bonito al principio, pero no tardaron en descubrir que en su anfitriona había más falsedad que juntando la de Judas con la de sus padres (los propios, que de los del apóstol nada se sabe). Antes de que se los cargara para comérselos, le dieron puerta al infierno (y nunca mejor dicho, porque la quemaron viva en el horno de la cocina). Cogieron todas las monedas y piedras preciosas que encontraron en la casa y se pusieron a buscar la suya. Cuando la encontraron salieron sus padres a recibirlos y, al verlos tan ricos, les mostraron una gran alegría por su regreso. Ellos les siguieron la corriente pero al amanecer del día siguiente, pidiéndoles que salieran a la calle para ver si hacía buen tiempo, los pasaron a mejor vida sin contemplaciones con una escopeta de caza que tenía el padre. Y a partir de ese día vivieron felices y comieron (además de perdices) toda clase de aves que se cruzaron en su camino, porque desde la experiencia de los pajarillos que se les zamparon las migas habían desarrollado una fobia muy especial hacia cualquier vertebrado con alas.


viernes, 5 de junio de 2020

Pulgarcito (cuento)

REEDICIÓN (edición: 15/09/2015)





CUENTO CLÁSICO REINVENTADO


Pulgarcito era un muchacho tan listo como diminuto, hijo de unos campesinos con pocos escrúpulos. Pronto aprendió de ellos el oficio de la delincuencia, en el que llegó a convertirse en un consumado especialista. Se compinchó con su padre para ser vendido y en cuanto cobraron la pasta engañó a los compradores y se escapó. A continuación se enroló en una banda de ladrones para ir a robar a casa de un cura. Una vez allí les dio esquinazo para quedarse con el botín (el del robo, no el del Banco de Santander), mancilló la honra de la criada (este apartado está censurado en el cuento, por ser infantil) y provocó la muerte de una pobre vaca que no hacía otra cosa que cumplir con su obligación de dar leche. Aprovechando que faltaban muchos años para que naciera don Félix Rodríguez de la Fuente, condujo a un lobo a su casa para que sus progenitores se recrearan matándolo sádicamente con un hacha y una hoz. De resultas se creó la Sociedad Protectora de Animales, pero los delitos ya habían prescrito.