Como le ocurrió a Enrique, en muchas ocasiones no llegan a superarse experiencias como esa. A la tensión de tener apoyada en la sien durante interminables segundos una pistola cargada, empuñada por una mano temblorosa con el índice apoyado en el gatillo, se unió la incertidumbre de no saber si su mujer estaba en casa y lo que habían podido hacerle. Físicamente no le quedaron secuelas de la paliza que le dieron después de atarlo y amordazarlo, pero psíquicamente pasó de ser el rocoso soporte de la familia a un perrillo faldero dependiente de Pilar. Afortunadamente el hijo ya estaba en el negocio y se hizo cargo del mismo, por lo que económicamente pudieron seguir tirando sin demasiados problemas.
Felizmente la mujer había salido media hora antes. Unos ruidos despertaron al hombre de la siesta. Cuando fue a ver lo que ocurría, se encontró a los dos ladrones de frente en el pasillo. Uno de ellos sacó una pistola. No le dio tiempo de plantearse si estaba cargada, porque con los nervios le soltó un disparo entre las piernas antes de encañonarle.
Felizmente la mujer había salido media hora antes. Unos ruidos despertaron al hombre de la siesta. Cuando fue a ver lo que ocurría, se encontró a los dos ladrones de frente en el pasillo. Uno de ellos sacó una pistola. No le dio tiempo de plantearse si estaba cargada, porque con los nervios le soltó un disparo entre las piernas antes de encañonarle.
El abogado de los delincuentes planteó la defensa desde la insolvencia de ambos, la perspectiva de una familia bien posicionada económicamente, unos objetos de valor que habían sido recuperados por la policía y unos daños psíquicos que supuestamente iban a ser temporales. La sentencia se adhirió al planteamiento y al poco tiempo estaban en la calle para reinsertarse en la sociedad si lo consideraban oportuno.
Al principio nadie relacionó la ausencia de Enrique durante unas horas con lo ocurrido, aunque enseguida se fueron atando cabos. El día anterior había acompañado a su mujer de compras. En la charcutería Pilar le preguntó al dependiente si estaría bien conservado en el frigorífico el embutido que se llevaba, a lo que este le respondió que los chorizos como mejor iban a estar es colgados. Él se mantuvo callado y pensativo, tratando de asimilar en su trastornada mente el comentario.
Los periódicos del día siguiente recogían la noticia de que dos hombres recién salidos de la cárcel habían aparecido ahorcados en uno de los árboles más apartados del parque.