Juan Antonio Alcalá es uno del más de medio centenar de
periodistas deportivos que acompañaron a Paco González en su salida de la SER
a la COPE. Comparte con Joseba Larrañaga la responsabilidad de El
partido de las 12 que, como su nombre indica, se emite en la medianoche
y hasta la 1,30 aproximadamente. De lunes a jueves está Alcalá y el fin de semana Larrañaga.
A quienes recordamos
los inicios de Alcalá en la otra cadena,
donde llegó a decir que su vocación había sido la de periodista pero su sueño
trabajar en la SER, en el más benevolente de los casos nos hace
gracia verlo liderar el eslogan “donde nos gusta estar” de su nueva
casa, presumir de sus valores cristianos de toda la vida y acompañar el “hasta
mañana” de su despedida con un “si Dios quiere”.
Siempre he pensado
que el buen entrevistador es el que, manteniéndose en un segundo plano, sabe
sacar lo mejor de sus entrevistados. No puedo soportar al que busca por encima
de todo su propio lucimiento. Al que aprovecha cualquier ocasión para
manifestar sus gustos personales, que a nadie importan, o trata de epatar
alardeando de cultura y sensibilidad. Al que cierra el programa presumiendo de
lo bien que le ha quedado. A Alcalá.
Parte de la base de
que por su condición de periodista tiene derecho a ser impertinente y por su
condición de impertinente tiene derecho a ser subjetivo. Cuando tiene alguien
enfrente que no le cae simpático, sobre todo si no le adornan muchas luces,
saca esa vena de enfant terrible de la que parece sentirse tan orgulloso. Quiso
hacer famosas, cuando estaba en la SER,
sus persecuciones micrófono en mano a Ángel
María Villar, presidente de la Federación
Española de Fútbol. Pero tampoco rehuye la confrontación con personas más
inteligentes. Recuerdo como especialmente patética la entrevista de hace unos
días a Javier Clemente, con motivo
de su presentación como entrenador del Sporting
de Gijón, en la que se acompañó de Juanma
Castaño, otro que tal baila cuando se pone borde. Ganó puntos mi opinión
sobre el técnico de Baracaldo, en
detrimento de la pareja entrevistadora.
En la SER colisionó con el que entonces era
su jefe, José Ramón de la Morena.
Quizá el carácter de ambos tiene demasiados puntos en común para que pudieran
llevarse bien. Uno de ellos es que, aunque traten de disimularlo, a los dos les
va el morbo más que a un tonto un lapicero. En la reciente publicación de las
memorias de Arancha Sánchez Vicario,
en las que narra los motivos por los que no se relaciona con ninguno de los
miembros de su familia, Juan Antonio
Alcalá se refocilaba pensando en la entrevista que iba a salirle. La extenista debió pensárselo mejor y terminó declinando la invitación a última
hora. El periodista tuvo la deslealtad con los oyentes de no comentarlo hasta
después de la publicidad y el descaro de decir que se alegraba, porque le
disgustaba hurgar en este tipo de heridas.
Su obsesión son los
titulares y, sobre todo, las primicias informativas. No es especialmente
escrupuloso en comprobar la veracidad de las mismas, por lo que en más de una
ocasión ha metido en auténticos berenjenales a sus empresas y compañeros.
Parece que la
audiencia de El partido de las 12 no termina de ser tan buena como se
esperaba. Quizá al oyente le esté costando asumir el cambio semanal entre dos
personalidades tan distintas. Cuando se ha acostumbrado a la naturalidad de Larrañaga, se ve obligado a encajar la
artificiosidad de Alcalá. Pero
saldrán adelante. Cuentan con el respaldo de un grupo de grandes profesionales
que, aglutinado en torno a Paco González
y Pepe Domingo Castaño, funciona
como una auténtica familia.
NOTA:
Tenía escrito este artículo desde hace unos
días para sacarlo hoy a la luz, cuando me encontré anoche con una entrevista de
reconciliación de Alcalá y el
presidente de la Federación Española de
Fútbol en El partido de las 12, tras mucho tiempo sin tratarse. Alcalá
moderando alguna pregunta de otro compañero que pudiera molestarle y Villar
respondiendo con una cierta soltura, impensable hace unos años. Ver para creer.