Cita del día

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CITA DEL DÍA: «A los ídolos no hay que tocarlos: se queda el dorado en las manos» (Gustave Flaubert).

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miércoles, 30 de septiembre de 2020

La princesa y el guisante (cuento)

REEDICIÓN (edición: 01/06/2017)




CUENTO CLÁSICO REINVENTADO


Narra Hans Christian Andersen el cuento de aquel apuesto príncipe que estaba a punto de quedarse soltero, porque entre las mujeres de su reino no había ninguna de sangre azul para colmar sus aspiraciones. En una noche de tormenta apareció en palacio pidiendo cobijo la que manifestó ser princesa de un reino vecino, la cual había sido sorprendida por la lluvia. Nuestro héroe quedó prendado de su belleza, pero no se atrevía a enamorarse de ella antes de comprobar si su procedencia era la que decía. Su reina madre puso a prueba la veracidad del pedigrí de la chica, colocándole debajo de los colchones de la cama un guisante. Al parecer solo una verdadera princesa tiene la sensibilidad suficiente para notarlo. Como a la mañana siguiente se levantó hecha unos zorros y llena de cardenales, los reyes dieron luz verde a la relación. Unos meses después contrajeron matrimonio.

Investigando tras los colorines colorados de los cuentos, se ha descubierto que el vivieron felices y comieron perdices del que nos ocupa solo duró hasta que resultaron innegables las carencias intelectuales del precioso niño rubio que tuvieron los príncipes. El generoso pueblo aceptó como buena la versión oficial de que todo había sido como consecuencia de un guisante que le había caído en la cabeza, pero todo el mundo pensaba que de los genes de una madre tan tiquismiquis y un padre tan gilipollas no se podía esperar otra cosa.


domingo, 20 de septiembre de 2020

Enteras verdades a medias

 


Pensaba escribir un relato para participar en los Microrretos de El  Tintero de Oro, pero me he ido tanto del argumento ofrecido por el generador que ha terminado por no tener nada que ver con él. No he querido retocarlo, porque el  resultado hubiese salido forzado. En consecuencia, por respeto a quienes se han currado amoldarse al planteamiento del reto, he pensado que lo mejor es publicarlo al margen de la  participación en el mismo.

 NOTA:

Informado  por David Rubio de que este relato encaja perfectamente en  las normas que él mismo  estableció  y animado también por otros compañeros,  he  decidido no ser más papista que el  Papa y solicitar que sea incluído en los Microrretos.

El argumento  del  generador en el que me inspiré fue el siguiente: Una joyera que no tiene capacidad para distinguir hombres de mujeres y un cómico sin éxito que se alimenta solo de comida rápida, investigarán la desaparición de una bailarina de un club de adultos, pero la madame de un burdel se cruzará en sus caminos, en una historia trepidante que habla sobre el rencor y la enfermedad.

 

 

Corrían aquellos tiempos en los que objetos y humanos se relacionaban de tú a tú sin problemas, independientemente de qué cosa o quién fuera cada uno.

Cuando decidieron que había llegado el momento de ponerse las caras, tras estar más de un año chateando todas las noches, Javier propuso que sería conveniente dedicar una sesión a convertir en enteras las verdades a medias que ambos se hubiesen  contado. Algo  así como una confesión, con  el compromiso de absolución por la otra parte. Susana iba a salir por fin de dudas sobre si su profesión de joyero era real o se la había inventado para competir con su indiscreción, puesto que le había dicho que su vida estaba estrechamente vinculada al dinero. Lo que sí consideraría imperdonable sería que le confirmara su sospecha  de que le había engañado también  en su sexo.

El resultado fue que la mentira de ambos coincidió en haber querido humanizar su condición de objetos. Javier era un coqueto joyero de piel donde guardaba sus joyas personales la acaudalada mujer propietaria de Susana, robusta caja fuerte encargada de custodiar su dinero negro pendiente de blanqueo. Él siempre dentro del armario y ella oculta detrás de un cuadro, desconocían lo  relacionados que estaban y lo  cerca que vivían  el uno  del otro.

 

domingo, 13 de septiembre de 2020

La bobina maravillosa (cuento)

REEDICIÓN (edición 28/05/2017)
 



CUENTO CLÁSICO REINVENTADO


Había una vez un padre con tres hijos varones. El mayor nunca le creó problemas, porque era muy estudioso y trabajador. Cuando terminó la  carrera encontró un magnífico trabajo. Sus jefes estaban encantados con él y, en poco tiempo, lo ascendieron a uno de los puestos de más responsabilidad y mejor remunerados de la empresa. Al mediano nunca le gustaron los estudios, pero en cuanto pudo  los abandonó para montar un negocio, que hizo prosperar con su aptitud, trabajo y tesón. Al pequeño, sin embargo, no le gustaba  ni estudiar ni trabajar. Además de no hacer nada de provecho, se pasaba el día refunfuñando. Así iba malgastando monótonamente su vida,  hasta que se encontró una bobina con el hilo de oro encima de su cama. La tomó entre sus manos y se  dio un susto morrocotudo cuando vio que le hablaba:
—Ya puedes tratarme con mimo, porque tu vida está representada por el hilo que recojo. Conforme la una va transcurriendo, el otro se va desenrollando de mí. A partir de ahora te concedo la posibilidad de tirar de él, pero ten en cuenta que lo que saques no podrás volver a enrollarlo. 

Con la curiosidad de saber qué le deparaba el futuro, desenrollo un trozo de hilo. Observó que se había hecho militante de un partido político, en el que encontraba una ocupación acorde con su nula preparación, vagancia y falta de principios. Con cuidado de no dejar transcurrir demasiado tiempo, sacó otro tramo.  Comprobó que se había  convertido en diputado y se encontró justo en uno de los momentos en que estaba desarrollando su actividad favorita. No quiso desaprovechar la ocasión y ató con un fuerte nudo esa parte del hilo a la bobina.

Y de esta forma congeló su vida en ese instante y pudo pasar a la eternidad robando.


domingo, 6 de septiembre de 2020

Juan Sin Miedo (cuento)

REEDICIÓN (edición: 22/05/2017)




CUENTO CLÁSICO REINVENTADO


Se llamaba Juan y le apodaban Sin Miedo, porque nunca lo había sentido. Incluso tenía curiosidad por llegar a percibir algún día esa sensación. El anuncio que puso el rey ofreciendo la mano de su hija a aquel caballero que fuera capaz de pasar tres días y tres noches en el Castillo Encantado, le vino como anillo al dedo para ponerse a prueba. Ni el fantasma de la primera noche, ni la bruja de la segunda, ni el dragón de la tercera consiguieron perturbar su tranquilidad, por lo que quedó acreditaba su valentía y se casó con la princesa. Una semana después de la boda, mientras dormía, su mujer le echó una jarra de agua helada por la cabeza y le dio un susto de campeonato. Le agradeció que hubiera conseguido hacerle experimentar por fin el miedo, pensando que ella compartiría su felicidad; pero nada más lejos de la realidad. La chica perdió la admiración que le tenía y antes de dos meses se fugó con un jardinero de palacio que, aunque tampoco era valiente, estaba mucho más bueno.