REEDICIÓN (edición: 01/06/2017)
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CITA DEL DÍA: «Es más fácil luchar por unos principios que vivir de acuerdo con ellos» (Alfred Adler).
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REEDICIÓN (edición: 01/06/2017)
Pensaba escribir un relato para participar en los Microrretos de El Tintero de Oro, pero me he ido tanto del argumento ofrecido por el generador que ha terminado por no tener nada que ver con él. No he querido retocarlo, porque el resultado hubiese salido forzado. En consecuencia, por respeto a quienes se han currado amoldarse al planteamiento del reto, he pensado que lo mejor es publicarlo al margen de la participación en el mismo.
NOTA:
Informado por David Rubio de que este relato encaja perfectamente en las normas que él mismo estableció y animado también por otros compañeros, he decidido no ser más papista que el Papa y solicitar que sea incluído en los Microrretos.
El argumento del generador en el que me inspiré fue el siguiente: Una joyera que no tiene capacidad para distinguir hombres de mujeres y un cómico sin éxito que se alimenta solo de comida rápida, investigarán la desaparición de una bailarina de un club de adultos, pero la madame de un burdel se cruzará en sus caminos, en una historia trepidante que habla sobre el rencor y la enfermedad.
Corrían aquellos tiempos en los que objetos y humanos se relacionaban de tú a tú sin problemas, independientemente de qué cosa o quién fuera cada uno.
Cuando decidieron que había llegado el momento de ponerse las caras, tras estar más de un año chateando todas las noches, Javier propuso que sería conveniente dedicar una sesión a convertir en enteras las verdades a medias que ambos se hubiesen contado. Algo así como una confesión, con el compromiso de absolución por la otra parte. Susana iba a salir por fin de dudas sobre si su profesión de joyero era real o se la había inventado para competir con su indiscreción, puesto que le había dicho que su vida estaba estrechamente vinculada al dinero. Lo que sí consideraría imperdonable sería que le confirmara su sospecha de que le había engañado también en su sexo.
El resultado fue que la mentira de
ambos coincidió en haber querido humanizar su condición de objetos. Javier era
un coqueto joyero de piel donde guardaba sus joyas personales la acaudalada
mujer propietaria de Susana, robusta caja fuerte encargada de custodiar su
dinero negro pendiente de blanqueo. Él siempre dentro del armario y ella oculta
detrás de un cuadro, desconocían lo
relacionados que estaban y lo
cerca que vivían el uno del otro.