Después de tantos meses rodeado de machos, cuando Mariano había perdido la esperanza de relacionarse con una hembra, llegó Adoración a su vida como un soplo de aire fresco. Su esbelta torre de llamativos colores, conectada a una moderna pantalla, acompañada por un coqueto ratón y un teclado de diseño, encandiló a los reprimidos aparatos de la sala. Se sintió un privilegiado cuando vio que la colocaban en la mesa pegada a la suya y el ordenador más dichoso del mundo cuando ella, con su dulce voz, le confesó que enseguida se había dado cuenta de que él iba a ser su elegido. Se estremeció cuando sintió que dejaba caer su cable de conexión a la red encima del suyo y así, con ellos entrelazados, pasaron la noche. Entre susurros le dijo que podía llamarle Dora y que venía directamente de fábrica, por lo que aún no había conocido varón. A la mañana siguiente se consumó la vertiginosa relación, cuando la penetró con uno de sus cables y estuvo pasándole datos de su disco duro (durísimo) durante más de dos horas. Al otro día se le partió el procesador al observar que sin pudor alguno hacía lo mismo con Julián, luego con Benito y más tarde con Tomás. Fue el último en enterarse de que se había convertido en el hazmerreir de la oficina y de que a ella le llamaban la comPutaDora.