Cita del día

-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

CITA DEL DÍA: «A los ídolos no hay que tocarlos: se queda el dorado en las manos» (Gustave Flaubert).

-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

domingo, 30 de agosto de 2020

El campesino y el diablo (cuento)

REEDICIÓN (edición: 01/07/2016)




CUENTO CLÁSICO REINVENTADO


Contaban los hermanos Grimm que un joven y listillo campesino recibió un tesoro de un diablo, a pesar de haberle engañado. El demonio le había pedido como contraprestación la mitad de su cosecha durante dos años. El primero de ellos le ofreció la parte de la planta que naciera por encima de la tierra y sembró remolachas. Como lo aprovechable de las mismas es la raíz, lo dejó con un palmo de narices. Al año siguiente el supuesto maligno le pidió la parte de abajo y entonces sembró trigo, por lo que volvió a dejarle sin nada. A pesar de todo le dio el cofre con las joyas, por considerar que no había incumplido lo convenido.

Es raro que hasta ahora nadie haya levantado la voz sobre tan ridículo final del cuento, cuando de todos es sabido que Lucifer —el padre de los demonios— recuperó el tesoro, esparció sal por todas las tierras del campesino para que nunca más pudieran dar frutos, desposeyó al gilipollas de su hijo del título de diablo, le castigo con unas buenas hemorroides y le desterró del infierno al anodino purgatorio por toda la eternidad.


domingo, 23 de agosto de 2020

El agua de la vida (cuento)

REEDICIÓN (edición: 24/06/2016)




CUENTO CLÁSICO REINVENTADO


La grave enfermedad del rey tenía desesperados a sus tres hijos, hasta que un anciano les indicó que la salvación estaba en el agua de la vida. El problema era que resultaba tan difícil encontrarla que nadie hasta el momento lo había conseguido.

El hermano mayor —pensando que si sanaba a su padre sería él quien heredaría la corona— ensilló su caballo y partió a buscarla. Llevaba unos días cabalgando cuando se encontró con un duendecillo:

—¿A dónde vas? —le preguntó el extraño ser.

—¡A ti que he importa, enano de mierda! —le respondió impertinente.

El duende se ofendió y le desvió el camino hacia las montañas, quedando atrapado en un desfiladero del que le fue imposible salir.

Viendo que su hermano no regresaba, el mediano emprendió el camino por su cuenta. Se encontró con el mismo gnomo, el cual le hizo una pregunta parecida. Como era igual de chulo que el mayor, le respondió de forma similar y le ocurrió lo mismo que a él.

Le llegó el turno al pequeño, pero como era mucho más civilizado actuó de manera diferente. Le explicó al duende el motivo de su viaje y, en compensación por su corrección, recibió una varita mágica para poder abrir la puerta del castillo donde se encontraba el agua de la vida. Al cabo de unos días dio con él y ocurrió como el pequeño ser le había indicado. Pudo hacerse con un frasco del preciado líquido y de propina rescató a una princesa de la que quedó inmediatamente enamorado hasta las trancas. Juntos hicieron el camino de vuelta, con la idea de unirse en matrimonio y convertirse en príncipes herederos una vez sanado el enfermo.

Encontraron al padre moribundo, pero nada más rozar el agua sus labios recuperó la salud, se puso hecho un toro, le levantó la novia al chaval, se casó con ella, le hizo un hijo, lo nombró primer sucesor de la corona y vivieron los tres tan felices.


domingo, 16 de agosto de 2020

El traje nuevo del emperador (cuento)

REEDICIÓN (edición: 04/11/2015)
 



CUENTO CLÁSICO REINVENTADO
 

Buscando el otro día por la red cuentos tradicionales para recordarlos y reinterpretarlos a mi manera, me topé con este que no conocía: El traje nuevo del emperador. No es un cuento infantil al uso, con brujas, ogros, lobos y madrastras para acojonar a los críos, sino una sencilla lección rebosante de enjundia y aplicable a muchos órdenes de la vida. Voy a contarlo tal y como lo he leído, sin añadir, quitar, ni deformar nada por mi cuenta. Después pasaré a comentar las semejanzas que he encontrado en él con nuestro entorno  real.



Un rico emperador tenía debilidad por los trajes y no escatimaba oro para pagar a los tejedores y sastres más prestigiosos. Un día que se presentaron ante él dos estafadores haciéndose pasar por especialistas del tejido y la costura, le convencieron de que le entusiasmarían los atavíos que eran capaces de hacer y les adelantó una buena suma de dinero para ponerles a prueba. Transcurrido un tiempo acudió un ministro en su nombre a darse una vuelta por el taller y observó que allí no había nada. Los embaucadores hicieron como que le enseñaban maravillosas telas y terminaron convenciéndole de que así era en realidad, por lo que emitió un informe más que favorable. Sucedió lo mismo con un segundo emisario, hasta que el emperador se impacientó y acudió en persona a comprobar el trabajo que estaban realizando. Pensó que sus súbditos lo considerarían un inepto si no era capaz de ver lo que otros antes que él habían observado, por lo que se dio por satisfecho y condecoró a quienes le habían engañado. Cuando presidió el siguiente desfile militar nadie del pueblo se atrevió a contradecirle, dando todo el mundo por hecho que iba impecablemente vestido. Tuvo que ser un niño el que, desde su inocencia, les abriera los ojos preguntando por qué el emperador iba en calzoncillos. 

Los emisarios pueden representar perfectamente al pueblo español. Un pueblo todavía acomplejado después de cuarenta años, por haber estado otros tantos anteriores en una dictadura. Creyendo que lo que tenemos es lo mejor que nos puede pasar, considerando lo que tuvimos. No vayan a pensar que somos fachas si decimos que nuestra supuesta democracia es una puta mierda.

El emperador se asemeja a nuestro jefe del estado. Sabe que su figura no se adecúa a los tiempos, por lo que es mejor no llamar demasiado la atención. Pase lo que pase y vea lo que vea. Mientras el pueblo esté relativamente tranquilo, él también.

Los embaucadores son los de siempre: nuestros políticos. Da lo mismo cigarras que hormigas; los que arruinan el país vendiendo humo, que los que dicen levantarlo exprimiendo a los que menos tienen para dárselo a los bancos. Turnándose unos con otros en el poder cuando los votantes se han hartado de sus fechorías. Incapaces de ponerse de acuerdo en otra cosa que no sea respaldarse entre ellos en el latrocinio.

El niño puede ser un extraterrestre que pasaba por aquí y está alucinado. Establece contacto con su planeta para decir que en el lugar donde ha aterrizado habitan unos individuos mansos, que se dejan explotar por unos cuantos malnacidos que viven a su costa convenciéndoles de que su labor es imprescindible e impagable.


sábado, 8 de agosto de 2020

Las botas mágicas (cuento)

REEDICIÓN (edición: 11/09/2015)
 



CUENTO CLÁSICO REINVENTADO
 

Matías era aquél niño al que tanto ilusionaba jugar al fútbol, pero que no lo hacía porque le daba miedo no estar a la altura de los chicos de su clase. Su abuelo le dio una lección para que aprendiera a confiar en sí mismo. Cuando fue al pueblo en las vacaciones de verano, le regaló unas botas y le dijo que eran mágicas. Le habían pertenecido a él en su infancia y gracias a ellas había conseguido convertirse en un gran futbolista, a pesar de no tener demasiadas cualidades para serlo. Con esa confianza se las puso para unirse a los partidos de unos chavales del lugar y observó que realmente funcionaban. Le salían los pases, los regates, los remates y marcaba goles de todas las facturas. Enseguida se convirtió en uno de los mejores del equipo. Cuando el anciano lo vio confiado le explicó el secreto, invitándole a ponerse cualquier otro calzado para comprobar que también jugaba bien con él. Así lo hizo y quedó doblemente satisfecho, al darse cuenta de que el fútbol que desarrollaba era fruto única y exclusivamente de su habilidad y dedicación.

El colorín colorado y la moraleja que le pusieron al cuento fueron precipitados. Nadie había sabido hasta ahora lo que sucedió cuando Matías volvió al colegio. La primera hora de clase se le hizo eterna, por las ganas que tenía de que llegara el recreo para sorprender a sus compañeros con sus avances futbolísticos. Una vez en el patio, se le saltaron las lágrimas cuando vio que no servía ni para hacer sombra al que peor jugaba de ellos. El profesor lo observó y se interesó por el motivo de su disgusto. Llegaron juntos a la conclusión de que seguía teniendo las pocas aptitudes de siempre para la práctica de cualquier deporte, aunque en el pueblo viera un espejismo por no haber querido darse cuenta de que se estaba midiendo con niños mucho más jóvenes que él. Le reconfortó diciéndole que podía sentirse orgulloso de ser una buena persona, con muchos amigos y una inteligencia y capacidad de trabajo que le permitían ser uno de los mejores alumnos de la clase. Le invitó a seguir jugando al fútbol por diversión, tratando de progresar cada día, pero asumiendo que en esa actividad de su vida nunca estaría entre los mejores.

Las atinadas palabras que el chico escuchó de su profesor muy bien podían haber sido dirigidas a todos esos padres egoístas que hay por el mundo amargando el ocio a sus hijos, soñando con que les van a retirar de trabajar para convertirlos en representantes de sus brillantes carreras futbolísticas.


domingo, 2 de agosto de 2020

El flautista de Valdemoro (cuento)

REEDICIÓN (edición: 06/09/2015)




CUENTO CLÁSICO REINVENTADO
 

Corrían aquellos lejanos tiempos en los que la edad media de los habitantes de Pinto había subido considerablemente. Los jóvenes del lugar encontraban en el pueblo vecino de Valdemoro el trabajo que les faltaba y poco a poco fueron trasladando allí su residencia. Las parejas se formaban allí y allí tenían sus hijos. Llegó un momento en que Pinto se quedó sin niños. Las  personas mayores andaban siempre taciturnas, sin la alegría de la gente menuda.

Aquellos eran los mismos tiempos en los que la edad media de los habitantes de Valdemoro había descendido sensiblemente. Todos los jóvenes se habían concentrado allí y, en consecuencia, allí se producían todos los nacimientos. Las personas adultas estaban estresadas con tanto niño. La apacible comida en el restaurante, la tranquila lectura de un libro o una apasionada noche de amor, eran siempre interrumpidas por el impertinente llanto de un mocoso.

Un hombre de Valdemoro, que era muy listo a la par que habilidoso con la flauta, se dio cuenta de la situación y decidió sacarle partido cuando observó el poder de convocatoria que tenía entre los críos con su instrumento. Los atraía a la plaza con el sonido del mismo y, cuando se encontraban todos allí, se los llevaba sin dejar de tocar a la aldea vecina. Tanta paz dejaban en la de partida como alegría encontraban en la de llegada. El día que detectaba que en la primera se había hecho hueco la nostalgia y en la segunda se había producido el hartazgo, utilizaba el mismo sistema para emprender el camino a la inversa. Los habitantes de una y otra le mostraban su agradecimiento en forma de monedas y el flautista se convirtió con el paso del tiempo en el más rico de la comarca.

Hay muchas versiones sobre el sentido de la frase "estar entre Pinto y Valdemoro", pero parece ser que el verdadero es el que voy a explicar a continuación. Preguntados los habitantes de ambas poblaciones si eran más felices con los niños o sin ellos, se llegó a la conclusión de que el momento culminante de felicidad se producía cuando se encontraban en el trayecto entre las dos, porque mientras los de una estaban empezando a disfrutar de su ausencia los de la otra todavía eran capaces de idealizar la que se les venía encima.