Cita del día

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CITA DEL DÍA: «A los ídolos no hay que tocarlos: se queda el dorado en las manos» (Gustave Flaubert).

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jueves, 13 de agosto de 2015

Nuestro signo del zodiaco






Uno de los motivos por los que no creo en los signos del zodiaco es por el mío. Soy aries. Mentiría si dijera que no me veo reflejado en alguna de sus características, pero ni más ni menos que en las de cualquier otro. Casi diría que incluso menos y desde luego no en las principales. Pero no hay problema. Si no te sientes identificado con tu signo es porque no lo miras desde el punto de vista adecuado. Crees que nunca has sido un líder, pero una vez de niño le aconsejaste a tu hermano pequeño que eligiera el helado con sabor a fresa y te hizo caso. A lo mejor es que tienes latente esa condición y todavía no la has explotado. Y también puede ser por el ascendente. Si hay algo que no te encaja es porque influye tu ascendente, que no tiene nada que ver con tu signo principal. Y también los genes. No vas a ser totalmente distinto a tus padres, los cuales tienen sus propios signos. En fin, que es una risa. Mucha gente se considera muy bien definida, porque generalmente se habla de aspectos positivos y todos somos proclives a estar de acuerdo con las cosas buenas que se dicen relacionadas con nosotros. Los que viven de esto lo saben y son expertos en aprovecharse de ello. Me parecen todavía más charlatanes que los economistas, de quienes hablaba el otro día.


domingo, 9 de agosto de 2015

Cariño






Si aceptamos pulpo como animal de compañía, ¿cómo no ser tolerantes con cariño como apelativo entre dos personas que están enamoradas? Aunque resulte un poco relamida, no seré yo quien eche hielo sobre una pasión amorosa discutiendo la oportunidad de emplear la palabra en cuestión. Mucho menos voy a ponerla en entredicho dirigida a los niños, que para eso son la alegría de la huerta. Sin embargo, con todos mis respetos para quienes lo utilizan, el que no soporto es el apócope. Llamar cari al otro miembro de tu pareja me parece de una cursilería insufrible.

Enamorados del mundo entero, uníos. En los últimos años el significado de la palabra cariño está sufriendo un importante deterioro, debido a la ligera utilización que se le está dando. Al menos así ocurre en el lugar donde yo resido y alrededores bastante amplios. Ahora cariño puede ser cualquiera. Desde el vecino del entresuelo, hasta un cliente potencial que no conoces de nada. Mis compañeras de trabajo, haciendo uso de una competencia desleal impropia de su indudable aptitud profesional, llaman cariño a un señor (o señora) de quien el único conocimiento que tienen es que sale su teléfono en las Páginas Blancas. Sus encantos femeninos, físicos en el cara a cara o por el insinuante tono de sus voces a través del teléfono, resultan demoledores con el remate del cariño.

Mi tío Manolo, que era un cachondo, nos comentaba un día que cuando iba a comprar pan la panadera le decía cariño y no sabía qué hacer. Si seguir llamándola por su nombre (para no tener problemas con mi tía), si responderle amor mío (para no pasar por ser un esquinado) o si cambiarse de panadería.

Me encanta que las relaciones entre personas desconocidas acorten las distancias que se les ponía antes a través de los formalismos, sin embargo me parece que entre en el "queda suyo afectísimo su seguro servidor que estrecha su mano" y el "cariño" hay bastantes fórmulas intermedias que pueden valer.

jueves, 6 de agosto de 2015

Los charlatanes de nuestros días






Cuando leía asiduamente los periódicos de economía (Cinco Días y Expansión), compadecía a quienes tenían que opinar todos los días sobre el posible comportamiento que iba a tener la bolsa. Al principio utilizaban la mitad de su columna para decir lo que creían iba a suceder y la otra mitad para tratar de justificar por qué habían metido la gamba la jornada anterior. Con el tiempo aprendieron que para no columpiarse era mejor hablar de los motivos que podían llevar a una subida y los que podían acarrear una bajada. Así acertaban seguro, aunque el sistema no vendiera demasiado.

Recuerdo que tan solo unos días antes del lunes negro (1987) la flor y nata de los economistas españoles especializados en el mercado bursátil estaba dando en Zaragoza una serie de conferencias. Había absoluta unanimidad en afirmar que la renta variable gozaba de una excelente salud. Menos de una semana después las bolsas de todo el mundo caían estrepitosamente. Esos mismos señores pasaron a argumentar de forma inapelable los motivos por los que resultaba lógico que se hubiese producido la debacle.

Para ganarse la vida hablando o escribiendo diariamente de economía es necesario tener mala memoria o poco pudor. Mala memoria para no recordar lo que se ha dicho recientemente. O poco pudor para que, recordándolo, no dé vergüenza seguir hablando ex cátedra a pesar de acabar de equivocarse ostensiblemente. Si pueden ser las dos cosas mucho mejor.


domingo, 2 de agosto de 2015

De la hospitalidad al vasallaje





Inspirado en el poema de Toro Salvaje Han llegado las vacaciones.



Pudieron haber hecho como ellos, pero se quedaron en el pueblo. Siempre admiraron su decisión de dejarlo todo para marchar a abrirse camino a la capital en un entorno desconocido. Se sienten felices de que les haya ido tan bien, orgullosos de ser su familia, contentos de que no quieran renunciar a sus raíces y honrados de recibirlos en su casa todas las vacaciones. Llevan unos días sin parar de prepararlo todo para su llegada, revolucionados para que no falte de nada y reubicados para dejarles las mejores habitaciones. Por fin los ven aparecer con su flamante coche recién estrenado y los nuevos modales adquiridos. Están agradecidos de que sigan tratándoles de igual a igual, a pesar de que ellos mismos a su lado se ven unos catetos. Y de que den por hecho con tanta naturalidad que en esa casa están invitados y cualquier mención de pagar algo o ayudar en cualquier tarea puede resultar ofensiva. Se sienten halagados cada vez que les dicen que los mejores días del año son los que pasan allí. Y los despiden con tristeza cuando tienen que regresar a sus importantes asuntos, con las pilas cargadas, la paga extraordinaria intacta y el maletero repleto de embutidos y demás productos del lugar.