CUENTO CLÁSICO REINVENTADO
Corrían aquellos lejanos tiempos en los que la edad media de los habitantes de Pinto había subido considerablemente. Los jóvenes del lugar encontraban en el pueblo vecino de Valdemoro el trabajo que les faltaba y poco a poco fueron trasladando allí su residencia. Las parejas se formaban allí y allí tenían sus hijos. Llegó un momento en que Pinto se quedó sin niños. Las personas mayores andaban siempre taciturnas, sin la alegría de la gente menuda.
Aquellos eran los mismos tiempos en los que la edad media de los habitantes de Valdemoro había descendido sensiblemente. Todos los jóvenes se habían concentrado allí y, en consecuencia, allí se producían todos los nacimientos. Las personas adultas estaban estresadas con tanto niño. La apacible comida en el restaurante, la tranquila lectura de un libro o una apasionada noche de amor, eran siempre interrumpidas por el impertinente llanto de un mocoso.
Aquellos eran los mismos tiempos en los que la edad media de los habitantes de Valdemoro había descendido sensiblemente. Todos los jóvenes se habían concentrado allí y, en consecuencia, allí se producían todos los nacimientos. Las personas adultas estaban estresadas con tanto niño. La apacible comida en el restaurante, la tranquila lectura de un libro o una apasionada noche de amor, eran siempre interrumpidas por el impertinente llanto de un mocoso.
Un hombre de Valdemoro, que era muy listo a la par que habilidoso con la flauta, se dio cuenta de la situación y decidió sacarle partido cuando observó el poder de convocatoria que tenía entre los críos con su instrumento. Los atraía a la plaza con el sonido del mismo y, cuando se encontraban todos allí, se los llevaba sin dejar de tocar a la aldea vecina. Tanta paz dejaban en la de partida como alegría encontraban en la de llegada. El día que detectaba que en la primera se había hecho hueco la nostalgia y en la segunda se había producido el hartazgo, utilizaba el mismo sistema para emprender el camino a la inversa. Los habitantes de una y otra le mostraban su agradecimiento en forma de monedas y el flautista se convirtió con el paso del tiempo en el más rico de la comarca.
Hay muchas versiones sobre el sentido de la frase "estar entre Pinto y Valdemoro", pero parece ser que el verdadero es el que voy a explicar a continuación. Preguntados los habitantes de ambas poblaciones si eran más felices con los niños o sin ellos, se llegó a la conclusión de que el momento culminante de felicidad se producía cuando se encontraban en el trayecto entre las dos, porque mientras los de una estaban empezando a disfrutar de su ausencia los de la otra todavía eran capaces de idealizar la que se les venía encima.
jajjajajaj... mis neuronas de domingo no van a juego con las tuyas.. a ver si el Lunes despierto mejor.. aunque también trabajare.. por lo que pueda pasar.. siempre con niños... que se aprende tanto de y con ellos.. que no hay que dejarles escapar ;)
ResponderEliminarPor eso aprendí tanto de ti y contigo cuando me invitaste a un helado.
EliminarBesos.
El hombre jamás estara contento con lo que tiene o con lo que no tiene, esa es la farsa de la vida.
ResponderEliminarEs lo que pasa con los niños, que cuando no están se les echa en falta y cuando llevas mucho tiempo con ellos se agradece que se los lleven.
EliminarO sea cuando no estaban en ninguno de los dos pueblos.
ResponderEliminarLo creo.
Saludos.
Quienes los habían tenido empezaban a descansar con su ausencia y quienes iban a recibirlos a disfrutar porque iban a verlos pronto. Poco después los primeros estarían empezando a añorarlos y los segundos a estar hartos de ellos.
EliminarSaludos.
jaaaaaaaaaa!
ResponderEliminarpero qué les pasa? pobres niños....qué es lo hacen para que no los aguanten???
(tengo la ligera sospecha que no entendí, verdad???) jajajaja
no tengo remedio, no me hagas ni p..o caso, vale?
=)))
Sí que lo has entendido. Creo que sucede en todas partes lo mismo, aunque te gusten y los quieras muchísimo, que cuando llevas tiempo con ellos te cansan y al poco tiempo de marcharse ya los estás añorando.
EliminarNo tienes que tener remedio y sí que te hago caso.
Ha de ser que ya no tengo niños en casa....y todavía no los extraño!!!!
EliminarBuenas noches =)))
Yo tampoco tengo niños en casa.
EliminarBuenas noches.
Lo mismo le pasa a mi suegra con mis gatos. Cuando los llevamos, se pasa el día refunfuñando con que si se suben a todas partes, que si arañan el sofá... y en cuanto nos los llevamos empieza a decir que los echa de menos. Jajajaja.
ResponderEliminarBesotes!!!
Es que Forlán es mucho Forlán. Imposible no cogerle cariño.
EliminarBesos.
De flautista solo conoci al"burro flautista en la pradera" !
ResponderEliminar¿Y no conociste a "El flautista de Hamelin"? Este cuento está basado en ese.
EliminarBesos.
jajajajajaaja cuánta razón pero yo creo que entre Pinto y Valdemoro debe estar Parla jajajajaja
ResponderEliminarBesines
Puede ser que ahora esté Parla, aunque ha habido más cosas a lo largo de la historia. He leído que en tiempo de los austrias había una casa de citas entre Pinto y Valdemoro. Los reyes descansaban en este segundo pueblo cuando iban camino de a Aranjuez. Parece ser que uno de ellos era bastante putero y cuando alguien preguntaba por él le respondían con frecuencia que debía estar entre Pinto y Valdemoro.
EliminarBesos.
¿Quién puede no amar a los niños? Yo, la única niña que soporto es a La Bella. (a los demás también... pero en su casa jaja).
ResponderEliminarBeso Chema
Ahí has puesto el dedo en la llaga. Una cosa son los niños propios (en los que incluyo hijos, nietos y sobrinos) y otra muy distinta los que son de los demás. Los nuestros son traviesos (como tienen que ser los niños) y los ajenos maleducados e impertinentes.
EliminarBeso, Flor de María.
Jajajaja!, es mi percepción o es que tampoco le es muy simpático andar rodeado de niños?, lo comprendo y mucho.
ResponderEliminarUn abrazo Macondo!.
Aunque pueda parecer lo contrario, me gustan mucho los niños. A los que no soporto es a los de los padres que no los educan y creen que es obligación de los demás aguantar sus impertinencias.
EliminarUn abrazo, Mary.
Un cuento precioso, sonoro y coloreado, como el universo de los niños y el espíritu de infancia que cultivas.
ResponderEliminarCreo que ha sucedido como sucede con todas las ausencias importantes, ya sean temporales o definitivas: no las sentimos llegar hasta que se nos caen encima los primeros fragmentos de la pintura del techo de la casa. Los padres empiezan a añorar sus retoños, que hasta ahora los hartaban, cuando van perdiendo sin notarlo la alegría que se hallaba al comienzo de todo.
Un fuerte abrazo, Chema.
Gracias, Karima.
EliminarUn fuerte abrazo.
Me gusta la parábola, refiriéndote a lo poco satisfechos que estamos siempre, deseando lo que no tenemos y añorandolo al mismo tiempo lo que acabamos de desperdiciar.
ResponderEliminarUn saludo.
Tienes razón. Suspirar por lo que no tenemos y por lo que hemos perdido nos impide disfrutar de lo que tenemos y de lo que hemos conseguido.
EliminarSaludos.
Mucho se ha escrito sobre Pinto y Valdemoro, y la rivalidad sobre estos pueblos y sus vinos. Hace años estuve por allí, entre Pinto y Valdemoro. Yo los críos los soporto diez minutos; más me suelen dar dolor de cabeza.
ResponderEliminarAbrazo Macondo.
Y yo que a ti te veo como abuelo babeando con los nietos. XD
EliminarOtro abrazo para ti, Rafa.
Que divertido! hace unos años he pasado por Pinto, y seguro también por Valdemoro.
ResponderEliminarEl domingo he visto Romeo y Julieta, te propongo que lo reescribas para leer como sería esta historia en el siglo XXl, a mi se me ocurren varias versiones. Y todas tendrían un final feliz.
saludos
Todavía no me he atrevido a destrozar obras tan serias, pero todo se andará en cuanto pierda un poco más la vergüenza.
Eliminar¿Por qué no nos haces partícipes de tus ocurrencias?
Saludos, Karin.
Porque me sucede lo mismo que a ti!!!
EliminarNo me atrevo a publicar todo lo que pienso.
Pero tu ya estas en este baile....
A ver hasta dónde puede llegar mi desvergüenza.
EliminarSaludos.
La frase creo que es de todos conocida, pero no la explicación que has dado, me ha encantado y la debieras registrar. Siempre se añora lo que no se tiene y cuando se logra si es abundante se infravalora excepto el dinero que los que tienen mucho siempre quieren más.
ResponderEliminarAbrazo Chema
A mí la versión que me parece más cachonda es la que le comentaba a Covadonga. No sé qué rey, cuando la familia real viajaba a Aranjuez, debía hacer noche entre Pinto y Valdemoro porque había una casa de putas.
EliminarUn abrazo, María Pilar.
¡Jajaja! Yo sabía la versión del rey Fernando III para más señas el Santo, el que resolvió un litigio de tierras mandando poner hitos entre Pinto y Valdemoro. A que no era tan santo y lo que dices tú...
ResponderEliminarFeliz fin de semana Chema
Que sea feliz también para ti, María Pilar.
Eliminar¡Se me había escapado este cuento! ¡Qué bueno es! Pero qué malo eres aquí, como autor, con los críos, pobrecillos :)
ResponderEliminarNo pienses en tu hija, sino en uno de esos niños maleducados que no tienen ningún lazo afectivo contigo, cuyos padres creen que tu obligación es compartir sus impertinencias con ellos.
EliminarMuy chula versión. Entre ambos pueblos, el río, bonito lugar :-)
ResponderEliminarUn abrazo
Muchas gracias, amiga.
EliminarUn abrazo.
Ahora el flautista llevaría mascarilla y quizás los niños no le harían caso porque no sonaría bien la melodía.
ResponderEliminarSaludos.
Eso me habían dicho, que con mascarilla se toda mal la flauta.
EliminarSaludos.
Seguimos sin estar nunca contentos, pero eso sí, todos babeando con la mascarilla puesta y pedientes de hacer la foto de la despedida y de la llegada, por lo demás todo sigue igual.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es como el confinamiento. Al principio nos sentíamos hermanados, cantábamos canciones, aplaudíamos y le comprábamos la compra a la vecina mayor, pero en cuanto pasa la novedad volvemos a querernos tan poco como siempre.
EliminarUn abrazo.
Me ha gustado mucho esta nueva versión. Tanto o más que la original. Saludos.
ResponderEliminarMe alegro. Muchas gracias.
EliminarSaludos.
Extraordinaria tu versión, Chema. Me encanta !!!
ResponderEliminarEs una versión donde ligas y unes muchas cuestiones. Genial.
Un abrazo y que pases este primer domingo de agosto estupendamente (aunque sea con mascarilla).
Muchas gracias, Joaquín.
EliminarEl domingo casi ha pasado, pero te deseo todo un magnífico mes de agosto.
Un abrazo.
O sea que el ser humano es inconformista por naturaleza.
ResponderEliminarMe gustó el relato.
Besos.
Tal cual lo dices, Amapola.
EliminarCelebro que te haya gustado.
Besos.
Aunque no conozco los lugares mencionados, la primera vez que sé de esos lugares, me gusta esta versión. Casi más que la original.
ResponderEliminarSaludos.
Pinto y Valdemoro son dos pueblos vecinos de la provincia de Madrid, próximos a la capital.
EliminarSaludos.
Uno esta cansado de tanto flautista y chiripitiflautico que nos come el coco cada dia...
ResponderEliminarQué malos eran esos programas infantiles de los chiripitiflaúticos.
Eliminar¡Hola!
ResponderEliminarPues este se me había escapado la otra vez.
Me gusta esta versión, y la comparto. Cuando mis hijos eran pequeños y tenían un día de rabietas, caprichos y llantos estaba deseando que se fueran a la cama. Pero en cuanto acababa el cuento y apagaba la luz, los echaba de menos.
Muy feliz semana.
Es así con los niños, por eso me encanta mi papel de tío.
EliminarMuy feliz semana también para ti.
Nunca me había preguntado por el origen de este dicho y me gusta la explicación que das. Para mí pasa a ser la correcta.
ResponderEliminarBesos
Pues te lo agradezco. Podemos fundar una secta con otros que también se adhieran. :)
EliminarBesos.
Y así dio inicio la migración intra-pueblerina adolescente. En el cuento reflejas perfectamente esa frase que dice: "Nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido". Espero que ambos pueblos, al igual que los chicos, se hayan adaptado bien y rápido a su nueva realidad.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo Macondo.
Con los confinamientos el negocio del flautista está de capa caída.
EliminarUn fuerte abrazo también para ti, MIguel.
El cuento deja muchas lecciones, pero la más feliz de todas, es que los niños siempre nos harán falta. UN abrazo. Carlos
ResponderEliminarEs que si se acaban los niños, se acaba esto. Si no lo terminamos antes nosotros por nuestra cuenta.
EliminarAhora sí que tengo claro el significado de tal expresión. Solo espero que el rico flautista tuviera descendencia para heredar su habilidad con la flauta como su ocupación. De lo contrario, el dia que falte, no sé cómo se las apañarán los habitantes de ambas ciudades.
ResponderEliminarYa ves que, incluso estando de vacaciones junto al mar, no puedo dejar de acudir a tu encuentro, je,je.
Un abrazo.
Un honor que me hagas un hueco en tus vacaciones.
EliminarUn abrazo.
jajaja...ni con ellos ni sin ellos!
ResponderEliminarAsi somos-
Así es la cosa.
EliminarMuy buena lección, Macondo. Genial versión, me encantó. Yo conocía el cuento como El flautista de Hamelin. En el equilibrio está la solución de todo. Ahora con las guarderías se alivia a los padres jóvenes. Un abrazo grande y continúa con tu creatividad.
ResponderEliminarEs, efectivamente, El flautista de Hamelin.
EliminarMuchas gracias.
Un abrazo, Ceciely.
Pues me parece una buenisima explicación a la expresión "Entre Pinto y Valdemoro" claro que sí, y una estupenda versión del flautista, el más listo de la historia que se hizo bien rico. Gracias!
ResponderEliminarUn saludo
Gracias a ti por pasar a leerme.
EliminarUn saludo.
Muy buena tu versión a esa frase. Que siempre tengamos niños aunque estemos lejos de entre Pinto y Valdemoro 😂
ResponderEliminarBuen miércoles. Cuídate.
Un abrazo.
Muchas gracias, Laura.
EliminarQue vaya bien lo que queda de miércole también para ti. Y el resto de la semana.
Un abrazo.
Si es que la música es el mejor remedio para todo. Vaya historia, con el trasfondo de la de Hamelín has armado un cuento nuevo y con el famoso dicho de fondo como colofón. A los músicos (pero no esos logotipos personificados que también venden, o anuncian, ropa,o chamus o colonias) se les suele tachar de pillines, pero el tuyo se lleva la palma, je, je.
ResponderEliminarUn abrazo y buen veranito.
Feliz verano también para ti, Pepe.
EliminarUn abrazo.
Que bonita historia, además es muy real porque la ausencia de los niños es bonita pero no demasiado tiempo ya que se extrañan. Saludos
ResponderEliminarAsí es, Jova.
EliminarSaludos.
A veces incluso sin llegar a la pubertad dejan de ser adorables, sobre todo si no son los tuyos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ay es El Flautista de Hamelin qué bueno el titulo que le pusiste jajajaja.
ResponderEliminarMe quedo con tu cuento.
Besos.
Gracias, María.
EliminarBesos.
Qué bueno. No conocía la existencia de ese flautista. Pásame su teléfono por favor.
ResponderEliminarMuy ingenioso, como siempre.
Cómo me recuerda mi infancia en Madrid. Mi Madre a veces me explicaba el origen de esa frase cuando yo se lo preguntaba pero creo que se lo inventaba.
Lo malo es que con los tiempos que corren quieran hacer lo mismo con los mayores para ahorrarse las residencias.
Felices vacaciones.
Yo también me lo invento, como tu madre.
EliminarLa historia real creo que viene a ser de alguien que saltaba de un lado a otro de un arroyo que separaba Pinto de Valdemoro, diciendo "Ahora estoy en Pinto, ahora estoy en Valdemoro"; hasta que se cayó en él y tuvo que decir: "Ahora estoy entre Pinto y Valdemoro".
Felices vacaciones también para ti, Conchita.
Ya te digo.... Este si que supo ganarse bien la vida , lo malo sera cuando "La diñe" tendrán que buscar a otro flautista , jajajajajaj muy bueno si señor.
ResponderEliminarTe deseo un feliz fin de semana , besos de V...flor.
hola Chema, no se si este te lo había comentado, da igual. No puedo evitar ver a los ratones jeje, por mucho que los hayas convertido en crios. Hombre me gusta más esta historia, donde va a parar, entrañable. Y lo de Pinto y Valdemoro te ha quedado que ni "pintao" genial, voy por el siguiente....
ResponderEliminarYo los ratones aún los soporto. Las ratas sí que son superiores a mis fuerzas.
EliminarEste cuento me lo sabía con ratones, era inhumano. Esta versión no mucha ¿o sí?
ResponderEliminarEl original es El flautista de Hamelin y es con ratones, sí.
Eliminar