Corrían aquellos tiempos en que las velas náuticas eran cilíndricas y estaban hechas de cera. Como los barcos que las portaban se encontraban siempre inertes al no recibir el impulso eólico, los frustrados marineros se dedicaban a prenderles fuego por la punta mientras rezaban el rosario. El viento se aburría y dejaba el puerto para ir a las velas de las iglesias, que eran de tela y tenían formas abiertas. En consecuencia los candelabros se movían a sus anchas haciendo peligrar la integridad física de las beatas, que acudían a los actos religiosos con casco.
Nadie se mostraba pendiente de los pendientes, porque además de estar totalmente terminados no tenían inclinación alguna. Los chorizos no subían el colesterol, porque se limitaban a ser amigos de lo ajeno. La agudeza visual de los ojos de las agujas era muy superior a la de los halcones peregrinos. Las sierras montañosas no aserraban ni la mantequilla. Las cercas estaban cada vez más lejos. En vez de manos, se daban pies de pintura. Las fotos no se pegaban en los álbumes, sino que se acariciaban. Los zorros eran los putos y las zorras las listas. Los moluscos machos también tenían concha. El vino nunca llegó a venir. No se afeitaban con hojas, sino con páginas. En la parte de abajo del pie no estaba la planta, sino la raíz. Los botones abrochaban sus prendas de vestir con corchetes. Las facturas se abonaban con estiércol. Las transacciones de compra y venta de valores no se hacían en la bolsa, sino en la vida. Los borrachos no cogían una tajada, sino la totalidad. Los platos de las bicicletas no tenían piñones, sino nueces. Las antenas de los insectos no eran parabólicas. A nadie le gustaba bailar con la salsa, sino a la parrilla. Las latas no daban el coñazo. Estaba prohibido apuntar con un arma; siempre con papel y lápiz. Las arcadas de los puentes nunca vomitaban. Los obstáculos no se sorteaban, sino que se podían elegir.
Nadie se mostraba pendiente de los pendientes, porque además de estar totalmente terminados no tenían inclinación alguna. Los chorizos no subían el colesterol, porque se limitaban a ser amigos de lo ajeno. La agudeza visual de los ojos de las agujas era muy superior a la de los halcones peregrinos. Las sierras montañosas no aserraban ni la mantequilla. Las cercas estaban cada vez más lejos. En vez de manos, se daban pies de pintura. Las fotos no se pegaban en los álbumes, sino que se acariciaban. Los zorros eran los putos y las zorras las listas. Los moluscos machos también tenían concha. El vino nunca llegó a venir. No se afeitaban con hojas, sino con páginas. En la parte de abajo del pie no estaba la planta, sino la raíz. Los botones abrochaban sus prendas de vestir con corchetes. Las facturas se abonaban con estiércol. Las transacciones de compra y venta de valores no se hacían en la bolsa, sino en la vida. Los borrachos no cogían una tajada, sino la totalidad. Los platos de las bicicletas no tenían piñones, sino nueces. Las antenas de los insectos no eran parabólicas. A nadie le gustaba bailar con la salsa, sino a la parrilla. Las latas no daban el coñazo. Estaba prohibido apuntar con un arma; siempre con papel y lápiz. Las arcadas de los puentes nunca vomitaban. Los obstáculos no se sorteaban, sino que se podían elegir.