Cita del día

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CITA DEL DÍA: «Cualquier tiempo pasado fue anterior» (Nieves Concostrina).

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domingo, 22 de noviembre de 2015

Aquellos extraños tiempos






Corrían aquellos tiempos en que las velas náuticas eran cilíndricas y estaban hechas de cera. Como los barcos que las portaban se encontraban siempre inertes al no recibir el impulso eólico, los frustrados marineros se dedicaban a prenderles fuego por la punta mientras rezaban el rosario. El viento se aburría y dejaba el puerto para ir a las velas de las iglesias, que eran de tela y tenían formas abiertas. En consecuencia los candelabros se movían a sus anchas haciendo peligrar la integridad física de las beatas, que acudían a los actos religiosos con casco. 

Nadie se mostraba pendiente de los pendientes, porque además de estar totalmente terminados no tenían inclinación alguna. Los chorizos no subían el colesterol, porque se limitaban a ser amigos de lo ajeno. La agudeza visual de los ojos de las agujas era muy superior a la de los halcones peregrinos. Las sierras montañosas no aserraban ni la mantequilla. Las cercas estaban cada vez más lejos. En vez de manos, se daban pies de pintura. Las fotos no se pegaban en los álbumes, sino que se acariciaban. Los zorros eran los putos y las zorras las listas. Los moluscos machos también tenían concha. El vino nunca llegó a venir. No se afeitaban con hojas, sino con páginas. En la parte de abajo del pie no estaba la planta, sino la raíz. Los botones abrochaban sus prendas de vestir con corchetes. Las facturas se abonaban con estiércol. Las transacciones de compra y venta de valores no se hacían en la bolsa, sino en la vida. Los borrachos no cogían una tajada, sino la totalidad. Los platos de las bicicletas no tenían piñones, sino nueces. Las antenas de los insectos no eran parabólicas. A nadie le gustaba bailar con la salsa, sino a la parrilla. Las latas no daban el coñazo. Estaba prohibido apuntar con un arma; siempre con papel y lápiz. Las arcadas de los puentes nunca vomitaban. Los obstáculos no se sorteaban, sino que se podían elegir.


miércoles, 18 de noviembre de 2015

Manolo y Maruja (cuento)






Así como en los tiempos actuales las personas viven como animales, hubo otros en que los animales y algunas cosas vivían como personas. Fue en aquellos en los que tocó desarrollar su existencia a Manolo y Maruja. El marido tenía una fortaleza física fuera de serie, gracias a la cual no le faltaba nunca trabajo. La esposa se dedicaba a sus labores y a parir sin conocimiento. En cuanto salía en celo se ponían a ello, hasta que se quedaba preñada. Nada más destetar a los hijos, antes de llegar a encariñarse demasiado de ellos, se los vendían a un fabricante de armas. Como los pagaba bien y los escrúpulos no eran el fuerte de la pareja, nunca llegaron a preguntar para qué los quería. Y así fueron transcurriendo los años, hasta que Manolo perdió su hidráulica fuerza y a Maruja le llegó la menopausia. Como habían sido dos gatos previsores, no les faltaron recursos para vivir holgadamente durante el resto de sus días. Lo único que echaron en falta fue los nietos, pero algún tributo tenían que pagar por haber ido desprendiéndose de todos los gatillos que habían tenido.


sábado, 14 de noviembre de 2015

Coleccionista de muñecas






Desde niña le gustaron las muñecas, pero no le dio por coleccionarlas hasta cerca de los treinta años. Reunir ejemplares le resultaba complicado, porque todos tenían que ser robados. Nadie vendía, ni mucho menos regalaba. Se fabricó en madera lo que ella llamaba mi casita de muñecas. En cuanto conseguía una nueva disfrutaba haciéndole un hueco entre sus congéneres. Cuando conocía el nombre de su dueño se lo incorporaba en un letrero, escrito en perfecta caligrafía. Los fines de semana se pasaba horas muertas limpiándolas y puliéndolas. Sin embargo se encontró con el problema de que cada vez se fue estrechando más y más el cerco, hasta que terminó siendo descubierta y detenida por la policía. Había dejado a más de cincuenta personas mancas, para quitarles la articulación de una mano con el antebrazo.


lunes, 9 de noviembre de 2015

El día señalado






Había terminado por resignarse a ser entregada al hombre que otros habían elegido para ella. No sentía rencor alguno hacia quien al fin y al cabo también iba a cumplir órdenes. En ningún caso pretendía responsabilizarle de ser el impedimento para hacer realidad su sueño de casarse con el amor de su vida. La culpa era de quienes le mandaban. Como no podía suceder de otra manera, a un día tan señalado le había precedido una noche prácticamente en vela. Trató de mitigar con el maquillaje las secuelas del insomnio y el sufrimiento. Se había hecho recoger el pelo en un discreto moño, por considerar que era el peinado más adecuado para la ocasión. La austeridad, que siempre había realzado su elegancia natural, presidía su atuendo. Ninguna joya. Una voz le indicó que estaba llegando el coche de caballos que pasaba a recogerla. Su respuesta fue ponerse en pie sin decir palabra y dirigirse con paso firme al portón de salida. Con el morbo de quienes observan a una res camino del matadero, un montón de ojos se posaron en ella cuando apareció en el umbral. El trayecto lo pasó absorta en sus pensamientos, hasta que alguien le abrió la portezuela y le ayudó a bajar. A menos de veinte metros estaban las escaleras. Hasta llegar a ellas sintió un ligero temblor en las piernas. En lo alto lo vio a él por primera vez, esperándola inmóvil con la solemnidad de un verdugo. Cuando estuvieron frente a frente lo miró fijamente a los ojos. Notó que era incapaz de aguantarle la mirada, ni siquiera al amparo del pasamontañas que le cubría la cabeza, antes de invitarle con un gesto a poner el cuello en el cepo de la guillotina.


sábado, 31 de octubre de 2015

20 de abril






Sepa Vuesa Merced que nací un 20 de abril. El 20 de abril de 1953, porque si dijera que había nacido un 20 de abril de 1953 estaría atribuyendo al año en cuestión esa fecha repetida un número indeterminado de veces. Se da la curiosa circunstancia de que en ese día celebro también mi cumpleaños. Y la de que Celtas cortos —intérpretes de la canción 20 de abril— fueron los primeros cigarros de mi adolescencia. Soy el hermano de siete terceros. En mi familia no hubo antepasado alguno, porque todos los antes de la misma estaban afortunadamente en buenísimas condiciones. Siempre he tenido las ideas muy claras. Encaucé acertadamente mis estudios de bachiller hacia las ciencias, lo que me permitió licenciarme posteriormente en Filosofía y Letras. Ese es el motivo por el que casi toda mi vida me he dedicado al tema financiero. Mentiría si dijera que conocí a la que más tarde sería mi mujer, por lo que sigo soltero. Y digo que sigo soltero porque ya vine al mundo con ese estado civil. Como siempre pensé que había que estar casado para ser padre, no he tenido hijos. Es cierto que terminaron diciéndome que no hacía falta, pero para entonces ya me dio pereza planteármelo siquiera. Lo que sí tengo son sobrinos, que es mucho mejor. Si todos nos conformáramos con ser tíos el mundo no estaría tan superpoblado. Ni siquiera poblado. Cuando sea mayor me gustaría ser mayor. Y jubilado.


domingo, 11 de octubre de 2015

Cuento modelo






Agradeceré al lector puntilloso que no venga a decirme que él sabe de un cuento en el que es una niña la que tiene que vérselas con un lobo y que además no se casa con nadie por cuestión de edad. Yo también lo conozco. Apelo a su comprensión. Las conclusiones que saco a continuación sobre mi lectura de cuentos infantiles tradicionales, como generalidades que son, no se cumplen a rajatabla.



La historia tiene que haber sucedido hace muchísimos años y en un lejano país, por aquello de que nadie pueda sentirse señalado y resulte más sencillo darle credibilidad a la cosa. Si el protagonista no es un frágil animal ha de ser un niño, porque los destinatarios son personas de corta edad que deben sentirse identificadas con él. Pongámonos en este segundo caso.

Si el chico es varón, conviene que sea el pequeño de siete hermanos. El padre a poder ser labrador e inevitablemente más pobre que las ratas. Por supuesto el lugar donde habitan es una choza inmunda, ubicada en medio de un bosque donde vive un lobo malísimo o un gigantesco ogro todavía peor, al que le ha dado por la antropofagia infantil. En la primera de las situaciones el chaval cuenta con la ayuda de bondadosas personas adultas para poder deshacerse del animal y salvar la vida. Cuando se trata de un ogro resuelve la papeleta por su cuenta. Como es más listo que Ramón y Cajal juntos, no solo logra evitar caer en sus manos, sino que además se lo cepilla y le levanta toda la pasta, que es tanta que le permite vivir a él y su familia para los restos sin dar un palo al agua. Todo ello contando con el beneplácito de la guardia civil de la época y del lugar, la cual tiene que hacer la vista gorda al crimen para que no se nos fastidie la gracia del cuento.

Como el machismo campa por sus respetos, si la protagonista es chica las cosas cambian radicalmente. Para empezar nos hemos cargado a su madre, con objeto de que el calzonazos de su padre haya podido casarse con una mala pécora que solo quiere a sus hijas naturales, que son tan malas y envidiosas como ella y mucho más feas que nuestra heroína. A la muchacha no hace falta que le adorne la inteligencia, porque (para qué vamos a engañarnos) lo importante es emparejarla bien. Quizá tengamos que dejarla durmiendo unos días o hasta cien años, pero merece la pena la espera porque al final la matrimoniamos nada menos que con un príncipe. ¿Se puede pedir más?

Con algunos matices, por ahí tienen que andar los tiros de la narración. Es condición indispensable que termine bien, por lo que hay que concluir diciendo que vivieron felices, comieron perdices y a mí no me dieron porque no quisieron.

Y con estas enriquecedoras lecturas fuimos cultivando nuestras mentes infantiles. Luego dicen que pasan cosas.