REEDICIÓN (edición: 01/06/2017)
CUENTO CLÁSICO REINVENTADO
Narra Hans Christian Andersen el cuento de aquel apuesto príncipe que estaba a punto de quedarse soltero, porque entre las mujeres de su reino no había ninguna de sangre azul para colmar sus aspiraciones. En una noche de tormenta apareció en palacio pidiendo cobijo la que manifestó ser princesa de un reino vecino, la cual había sido sorprendida por la lluvia. Nuestro héroe quedó prendado de su belleza, pero no se atrevía a enamorarse de ella antes de comprobar si su procedencia era la que decía. Su reina madre puso a prueba la veracidad del pedigrí de la chica, colocándole debajo de los colchones de la cama un guisante. Al parecer solo una verdadera princesa tiene la sensibilidad suficiente para notarlo. Como a la mañana siguiente se levantó hecha unos zorros y llena de cardenales, los reyes dieron luz verde a la relación. Unos meses después contrajeron matrimonio.
Investigando tras los colorines colorados de los cuentos, se ha descubierto que el vivieron felices y comieron perdices del que nos ocupa solo duró hasta que resultaron innegables las carencias intelectuales del precioso niño rubio que tuvieron los príncipes. El generoso pueblo aceptó como buena la versión oficial de que todo había sido como consecuencia de un guisante que le había caído en la cabeza, pero todo el mundo pensaba que de los genes de una madre tan tiquismiquis y un padre tan gilipollas no se podía esperar otra cosa.
Jajaja, efectivamente, qué puede salir de ahí, pues un niño con muy poquitas luces.
ResponderEliminarUn abrazo.
Así es, Marigem.
EliminarUn abrazo.
La realidad del cuento que nunca descubrimos despues de esas perdices que siempre se comen.
ResponderEliminarVaya desgracia de chaval y no lo digo por la caida del Guisante en su cabeza sino por lo de la tiquismiquis y el gilipollas.
:)
Besos
Dios los cría y ellos se juntan.
EliminarBesos, Nieves.
Será un cuento pero si pensamos en la consanguinidad de las familias reales y en las consecuencias que ésta tuvo, no deja de parecerme algo más que un cuento. Una crítica, tal vez?.
ResponderEliminarMe repito, pero no tengo más remedio que decirlo: eres único.
Besos
Muchas gracias, Ámbar.
EliminarBesos.
Jajajajaja, ¡eso es un infante con pedigrí y lo demás son tonterías! ¡¡¡Lelo!!! Como lo son todos (salvo honrosas excepciones) desde la noche de los tiempos.
ResponderEliminarGenial, Macondo.
Gracias, Sara.
EliminarY no sería que el guisante era en realidad el Gigante Verde? Así se levantó la pobre :D
ResponderEliminarNo tenía el gusto de conocer al personaje en cuestión, pero me has picado la curiosidad y he dado una vuelta por Google.
EliminarHay tanta gente con un golpe de guisante en la cabeza, y el pueblo tan generoso o gilipollas, los acepta y sigue fieles como en el cuento!! :-)
ResponderEliminarUn abrazo.
Al pueblo le han debido dar con un ladrillo, porque tonto no era.
EliminarUn abrazo.
Por como ha quedado, más que con un ladrillo ha debido de ser con un palé entero... :-(
EliminarUn abrazo.
Quizá me haya quedado corto con el ladrillo, sí.
EliminarUn abrazo.
jajaja guisante fue el moniato que se tragó. Bien, el precioso e inútil niño rubio, podría ser un borrego, pero ya tenía la vida resuelta, ya era cuestión esperar que se hiciera mayor, para que a otra princesa le pusiesen el guisante.
ResponderEliminarAbrazo Macondo.
Mejorando la raza.
EliminarUn abrazo, Rafa.
Jajajajaja
ResponderEliminarMe suena a alguna familia real...
ResponderEliminarSaludos.
Ahora no caigo. :)
EliminarSaludos.
Y todo por un guisante jajajaja.
ResponderEliminarBesos y feliz tarde, Macondo.
Dos, porque supongo que el de los colchones y el de la cabeza serían distintos.
EliminarBesos, María.
Lo que es capaz de hacer un guisante, palabra que hasta hoy no sabia que tenían la particularidad de preñar a troche y moche, aunque salgan gilipollas...jajaja
ResponderEliminarDeberían de explicar siempre tan bien los finales...jajaja :)
Salud
Esos finales felices para siempre tienen trampa todos.
EliminarSalud, Genín.
JAJAJA despues de anlizar esto, y el culpable, es el guisante
ResponderEliminarun beso
Pues lo condenamos a vivir en una lata.
EliminarBesos.
Súper divertida y jocosa tu entrada y la manera en que la has contado me ha sacado una sonrisa.
ResponderEliminarFelicitaciones por tu blog, me encantó venir.
Saludos desde Perú.
Gracias por tu visita, espacialmente porque me ha permitido conocer tu blog.
EliminarTe dejo la silla, para que vuelvas cuando quieras.
Saludos desde España.
Pero el niño salió alto, al menos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Esto sí. Y guapo.
EliminarUn abrazo, Alfred.
El pueblo generoso acepta lo que le echen.
ResponderEliminarY así nos va.
¿Hasta cuando?
Buena entrada, Macondo.
Hasta que nos tiremos a la calle, pero aquellos tiempos pasaron. Estamos como amansados.
EliminarYo siempre escuché aquello de: padres feos hijos guapos. Saludos
ResponderEliminarPues aquí guapos todos. Y tontos todos también.
EliminarSaludos.
A mi no me la pegan, no fue guisante, fue gigante verde!! :DDDD
ResponderEliminarSólo a ti se te ocurren estos cuentos Chema, jajaja
Besos =))))
El cuento lo hemos hecho a medias con Andersen. No quiero robarle su mérito.
EliminarBesos.
Me gustaba mucho este cuento porque yo soy muy tiquismiquis. Pobre niñito, el de tu versión; lo bueno es que apenas va a darse cuenta de lo que piensa todo el mundo ;)
ResponderEliminarYo este cuento no lo conocía. Me lo encontré el otro día rebuscando.
Eliminar¿Tiquismiquis tú? A ver si vas a ser de sangre real. Ya me dirás, para cambiarte el tratamiento.
Efectivamente, el niño no se dará cuenta de casi nada. Como dice Noel Clarasó: "Ningún tonto se queja de serlo. No les debe ir tan mal".
De momento, besos. Ya me dirás si tengo que cambiarlo por "a sus pies".
Cuando era niña, mi mamá me decía -o me dijo alguna vez y no lo olvidé- que yo era de sangre azul. Una vez se lo dije a una de mis compañeras de la escuela, la única que era mi amiguita. Su hermana mayor se burló de mí; algo muy light, pero me impresionó su cuerpo grande sobre el mío y la expresión de su cara.
EliminarAsi que aprendí que no: no soy de sangre real.
Pero soy delicadísima. No porque sea "fina": como tacos en la calle y me limpio la boca con la mano. Es una cuestión de sensaciones, realmente como la princesa del cuento: hay telas que no soporto, hay alineaciones de los muebles que no soporto :S
Ojalá nadie te ponga un garbanzo debajo del colchón. :)
EliminarSi se detuvieran a pensar en que es el heredero del trono, no estarían inventándose leyendas, sino planeando asesinatos.
ResponderEliminarSaludos.
De momento es el heredero del heredero, aunque el anterior tampoco parece mejorarle demasiado.
EliminarSaludos.
Tanta sensibilidad tenia que de nina, cuando lloraba, mis padres me llamaban "la falsa princessa al guisante"...
ResponderEliminarYo desconocía el cuento hasta hace poco tiempo y a ti ya te llamaban así de niña. ¿No te casaste por fin con el príncipe por ser falsa princesa? Eso saliste ganando.
Eliminarmuy divertida tu versión....
ResponderEliminarGracias, Karin.
EliminarVaya que vienen peligrosos los guisantes!!! Me encanto
ResponderEliminarSon peligrosos hasta como guarnición. Donde estén unas buenas patatas fritas...
EliminarGracias.
Jajajajajajajajajaja, eres único dando versiones. Buen finde!!!
ResponderEliminarBuen finde también para ti, Mª Ángeles.
EliminarAsí es la cosa, Julio David.
ResponderEliminarSaludos.
Un placer, como siempre, leer tus versiones modernas de cuentos :D Siempre me llamó la atención lo del guisante: yo no me enteraría ni de que tengo un erizo debajo de la espalda una vez me duerma.
ResponderEliminarNo me sabía yo este cuento del guisante hasta hace poco. Yo tampoco me enteraría del erizo.
EliminarMe gusta más tu versión, porque es una versión más realista...jajaja.
ResponderEliminarLo demás, son cuentos...
Muy bueno.
Gracias, Maripaz.
EliminarDe tal palo tan astilla dice el refrán,y con esto está todo dicho por mi parte.
ResponderEliminarBueno se me olvidaba como siempre te felicito por la transparencia y la forma tan sutil de contar la historia.
Besos Chema.
Puri
Gracias, Puri.
EliminarBesos.
Cómo hemos cambiado incluídos los cuentos.
ResponderEliminarBesos Chema
Espero que a mejor.
EliminarBesos, chamaca.
jaja, el final es demoledor ¿eh?
ResponderEliminarUn abrazo
Un poco, sí.
EliminarUn abrazo.
La sabiduría popular es la que manda.
ResponderEliminarUn abrazo.
A veces el pueblo prefiere hacerse el tonto, lo que no quiere decir que lo sea.
EliminarUn abrazo.
Una versión muy original con un toque muy actualizado.
ResponderEliminarBesos.
Conste que no he pretendido actualizarlo, sino ofrecer una versión distinta.
EliminarBesos.
El niño del cuento, que conocemos, salió alto y robusto...al menos el que conocemos.
ResponderEliminarAunque seguro otros hijos, haberlos, haylos. Pués menudo era el príncipe, para las mujeres y los "guisantes" de regalo.
Un abrazo.
Puedo prometer que yo no iba más allá del cuento, sin pretender asemejarlo a ninguna realidad, pero cada cual es muy libre de interpretar.
EliminarUn abrazo, Juan.
Jajajaja, de cualquier modo la culpa la tuvo un guisante. Gracias por tus cuentos, son mejores que los originales. Un abrazo
ResponderEliminarTú como Mendel, cargándole la responsabilidad de todo a los guisantes.
EliminarGracias, Jova.
Un abrazo.
Hace poco más de tres años de mi comentario.
ResponderEliminarNo voy a modificarlo.
A las pruebas me remito.
Saludos.
Sueles reafirmarte, unos años después, en todos los comentarios de las entradas que reedito.
EliminarUn abrazo.
Estoy con Toro, además el tiempo nos lo ha confirmado, encima en ínclito es presuntamente gili...
ResponderEliminarUn abrazo.
Un abrazo, Alfred.
EliminarYo sospecho que la princesa era tan inepta, que se cayó de la cama varias veces. Y por eso se golpeó tanto.
ResponderEliminarY es cierto lo de la consanguineidad, algo que se daba por esa pretensión de que los casamientos fueran con gente de sangre azul.
Saludos.
A lo mejor le visitó el príncipe por la noche en su dormitorio y el cansancio venía de que no estaba acostumbrada a tanto trasiego.
EliminarSaludos.
Vaya la que han liado esos guisantes… Nada como meterlos en la cazuela con un poquito de cebolla y tacos de jamón 😁
ResponderEliminarFíate de los colchones… 😏
Me ha encantado, querido amigo. Gracias por estos ratitos de cuentos y sonrisas...
Abrazo grande, y muy feliz tarde 😘
Me alegra que te haya divertido, Ginebra.
EliminarUn fuerte abrazo.
Yo tampoco conocía el cuento, pero tu versión es genial, y con un buenfinal.
ResponderEliminarSi, eres único.
Un abrazo Macondo,y cuidado con los guisantes.
Pues a mí me gustan los guisantes, pero en el plato.
EliminarUn abrazo.
Jjajajajjaaj
ResponderEliminarY además...tan buenas están las perdices? Yo ni loca me comería una!
Besos.
Los que les gustan dicen que sí.
EliminarBesos.
Otro abrazo para ti, Julio.
ResponderEliminarUna version muy peculiar del cuento... Ja,ja,ja...
ResponderEliminarUn abrazo
Un abrazo, Ildefonso.
EliminarQue bueno. De esos hay muchos y sin guisantes. Tus versiones son más entretenidas.
ResponderEliminarBuen fin de semana. Cuídate.
Un abrazo.
Buen fin de semana, Laura.
EliminarCuídate tú también.
Un abrazo.
Ja, ja, ja... Sin duda que de todas las reinterpretaciones de los clásicos esta bien puede llevarse la palma en cuanto a la vuelta de tuerca que le has dado. Me encantó. Un abrazo, Macondo!
ResponderEliminarGracias, David.
EliminarUn abrazo.
No es traído de los cabellos el cuento. En materia de inocencia, fidelidad o ingenuidad sexual las mujeres, en estos casos donde parecen ponerse al descubierto, siempre tienen una respuesta aceptable. Un abrazo. Carlos
ResponderEliminarGracias por tu aportación.
EliminarUn abrazo, Carlos.
Chema, viendo a Mafalda en tu perfil, te recomiendo que rastrees los diferentes homenajes que han publicado los distintos humoristas gráficos a Quino. He llorado muchísimo con algunos. Voy a intentar copiarte uno que me arrancó un llanto imparable. Por si no lo logro, te dejo el nombre. Busca Nik homenaje a Quino.
ResponderEliminarLas bodas express de los cuentos tienen mucho peligro.
Saludos.
Muchas gracias.
Eliminarhttps://twitter.com/Nikgaturro/status/1311338767022731271?s=20
ResponderEliminarEs muy bonito.
EliminarLo único malo es que parece ser un plagio de otro prácticamente igual.
Hoy en día ya no se usan guisantes. Una maleta llena de billetes de alta denominación debajo, encima o en medio del colchón, resulta más persuasiva. Me parece que además del precioso niño rubio también tuvieron dos hijas, no lo sé, tal vez me confundí de cuento. Como siempre genial.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo Macondo.
Yo realmente no me refería a ese cuento, aunque veo que muchos lo pensáis.
EliminarUn fuerte abrazo.
Excelente como de costumbre, mi querido Macondo.
ResponderEliminarFuerte abrazo.
Muchas gracias, Ricardo.
EliminarUn fuerte abrazo.
Dios los da y ellos se juntan...
ResponderEliminarAsí es.
EliminarYo hice la prueba con hummus de guisante, y no noté nada. ¿Soy un príncipe? Se busca princesa para amor eterno (abstenerse sin dote)
ResponderEliminarPues no sabría decirte. No estoy muy puesto en el tema.
EliminarUn final sin sorpresas ;)
ResponderEliminarUN saludillo.
Un saludo, Xurxo.
EliminarJajaja, me encantan estas versiones tuyas de los cuentos.
ResponderEliminarTienen muchas más enjundia.
Abrazos, Macondo, salao.
Muchas gracias, Maripaz.
EliminarUn abrazo.
Jajaja, lo guisantes no traen nada bueno.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo!
Calcio, sodio, hierro, zinc, selenio, potasio y fósforo, además de vitaminas A, B, C y K. No es poco.
EliminarUn fuerte abrazo. Ëowyn.
¡Hola!
ResponderEliminarCómo echaba de menos tus cuentos. Iba a comentar más o menos lo mismo que la primera vez.
Muy feliz miércoles.
¡Hola!
EliminarFíjate que horarios llevo, que ya estamos en jueves. Pues feliz jueves.
Jajaja divertida tu versión.
ResponderEliminarBesos.
Gracias, María.
EliminarBesos.
Boo!!!
ResponderEliminar???
EliminarNo hay mayor aliado de los tiranos que un pueblo sumiso.
ResponderEliminarMe gusta tu versión actualizada.
Un abrazo.
Celebro que te guste, Estrella.
EliminarUn abrazo.