REEDICIÓN (edición: 30/01/2013)
Zeppo supuso un salto de calidad en la larga
tradición de perros fox terrier en mi familia. Tenía hasta papeles. Pero él no
lo sabía. O no le daba importancia, porque trataba a los otros de igual a
igual. Siempre fue muy llano. Era de natural tranquilo, pero si había que reñir
se reñía sin mirar la alcurnia del rival. Ni el tamaño. Recuerdo al sorprendido Hans, un dogo alemán, cuando
se vio atacado por el pequeño. Se limitó a gruñirle para ver si recapacitaba y
se daba cuenta de que el enfrentamiento iba a resultar desigual. Pero Zeppín cuando
se ponía tozudo era como Juanico, el de la petaca del cura. No era fácil de convencer.
Pudimos llegar a tiempo de impedir el desaguisado.
Nunca fue demasiado cariñoso. Lo justo. Si le hacías alguna caricia te la agradecía educadamente moviendo levemente el rabo, pero si no te acercabas a él tampoco te buscaba. Lo del adiestramiento no lo llevaba bien. Ni mucho, ni poco. No le hacía ilusión eso de que quisieras enseñarle a sentarse y a echarse cuando se lo ordenaras. No le encontraba sentido. Prefería hacerlo cuando él lo consideraba oportuno. Y así lo hizo siempre. Ruja decía que cuando le mandaba alguna cosa se lo quedaba mirando como diciéndole “tócame el haba”. Y si lo decía Ruja sería verdad, porque conocía y quería a los perros como nadie. Como nadie y como mi primo Ricardo. Creo que fue con quien Zeppo hizo siempre mejores migas. Cuando nos dio por echar unas manos de póquer después de cenar, se lo ponía sobre sus rodillas. La cosa duró hasta que el animal, según mi primo, aprendió las reglas del juego y no podía evitar alterarse cuando veía que le había entrado jugada.
Mi abuelo siempre lo comentaba, hablando del instinto. Lo más parecido a un zorro que había visto en su vida la Tuca, primera fox terrier que hubo en casa, era una butaca de teatro, hábitat natural de su anterior dueña. Sin embargo la primera vez que sintió el olor de la raposa en un cado se le erizó el pelo y se fue a por ella, como impulsada por la voz de los genes. Lo mismo le sucedió a Zeppo cuando todavía era una bola de algodón. Hubo que frenarlo para que pudiera llegar a adulto. Para que tuviera tiempo de disfrutar la vida. Para que su simiente cumpliera el objetivo de fecundar. Esa fue su segunda afición. O la primera. A pesar de su cojera, que le impedía efectuar el asalto a la hembra con naturalidad. Un puto tractorista le había dejado una pata chula para los restos en una desafortunada maniobra. Pero la ilusión por el folleteo le quedó intacta y su problema podía ser perfectamente subsanado con la ayuda de un buen mamporrero.
Y ésta es, a grandes rasgos, la historia de Zeppo. Independiente donde los haya. Con una personalidad muy acusada. Parco en el reparto y austero en la necesidad de cariño. Poco dado en definitiva a los alardes afectivos, pero con una más que demostrada fidelidad en los momentos importantes. No es por casualidad que, muchos años después, todos sigamos recordándolo con una emoción muy especial.
Nunca fue demasiado cariñoso. Lo justo. Si le hacías alguna caricia te la agradecía educadamente moviendo levemente el rabo, pero si no te acercabas a él tampoco te buscaba. Lo del adiestramiento no lo llevaba bien. Ni mucho, ni poco. No le hacía ilusión eso de que quisieras enseñarle a sentarse y a echarse cuando se lo ordenaras. No le encontraba sentido. Prefería hacerlo cuando él lo consideraba oportuno. Y así lo hizo siempre. Ruja decía que cuando le mandaba alguna cosa se lo quedaba mirando como diciéndole “tócame el haba”. Y si lo decía Ruja sería verdad, porque conocía y quería a los perros como nadie. Como nadie y como mi primo Ricardo. Creo que fue con quien Zeppo hizo siempre mejores migas. Cuando nos dio por echar unas manos de póquer después de cenar, se lo ponía sobre sus rodillas. La cosa duró hasta que el animal, según mi primo, aprendió las reglas del juego y no podía evitar alterarse cuando veía que le había entrado jugada.
Mi abuelo siempre lo comentaba, hablando del instinto. Lo más parecido a un zorro que había visto en su vida la Tuca, primera fox terrier que hubo en casa, era una butaca de teatro, hábitat natural de su anterior dueña. Sin embargo la primera vez que sintió el olor de la raposa en un cado se le erizó el pelo y se fue a por ella, como impulsada por la voz de los genes. Lo mismo le sucedió a Zeppo cuando todavía era una bola de algodón. Hubo que frenarlo para que pudiera llegar a adulto. Para que tuviera tiempo de disfrutar la vida. Para que su simiente cumpliera el objetivo de fecundar. Esa fue su segunda afición. O la primera. A pesar de su cojera, que le impedía efectuar el asalto a la hembra con naturalidad. Un puto tractorista le había dejado una pata chula para los restos en una desafortunada maniobra. Pero la ilusión por el folleteo le quedó intacta y su problema podía ser perfectamente subsanado con la ayuda de un buen mamporrero.
Y ésta es, a grandes rasgos, la historia de Zeppo. Independiente donde los haya. Con una personalidad muy acusada. Parco en el reparto y austero en la necesidad de cariño. Poco dado en definitiva a los alardes afectivos, pero con una más que demostrada fidelidad en los momentos importantes. No es por casualidad que, muchos años después, todos sigamos recordándolo con una emoción muy especial.
Bien por Zeppo. Pero la cita de Helen Rowland es para comer con palillos. Un abrazo.
ResponderEliminarComo es la "cita del día" y desaparecerá esta noche, la dejo aquí para que quede constancia de que te refieres a ella: “Estar casado es como hacer girar un bastón, dar volteretas sobre las manos o comer con palillos. Parece fácil hasta que uno lo intenta” (Helen Rowland).
EliminarGracias por pasar. Un saludo.
Si algún día reencarno en perro, quiero que tú me hagas la semblanza. No digo más.
ResponderEliminarUn abrazo.
Y por Inma me entero que andas de aniversario bloguero. Pues ¡enhorabuena! además.
EliminarMuchas gracias por las dos cosas.
EliminarUn abrazo.
Ay que bonito Chema, me encantan estas entradas entrañables.
ResponderEliminarZeppo me da a mí que mucho pedigree, pero tenía sangre barriobajera por sus venas y un espíritu libre y salvaje, nada de pijeríos ni leches.
Acabo de leer a Miguel, me uno a su comentario.
Besitos
Pásate por el de Jesús, si no lo has hecho aun.
EliminarUn beso.
Tenía una elegancia natural, pero no era precisamente pijo. Todo lo contrario. Por cierto, que el de la imagen no es él. No tenía una buena foto, busqué a uno que se le pareciera y encontré ése, que me lo recuerda mucho.
EliminarMe alegra que te haya gustado la entrada.
Besos.
Cada animal tiene su carácter y su "personalidad". No hay dos iguales. Un beso.
ResponderEliminarAsí es, Susana. Como las personas.
EliminarBesos.
Fiel y tierno Zeppo, mira que como le has descrito, hasta pienso que le he visto en la partida póquer,entrañable como les llega uno a querer; quiero Felicitarte de manera especial por el Aniversario de "La Bitacora de Macondo", en la cual he tendido la suerte de conocerte y compartir contigo, eres una gran persona, y has construido un hermoso Blog, en los que he aprendido, y he pasado muchos momentos amenos en tus historias y diccionarios, TQM, miles de abrazos, con especial cariño Chema
ResponderEliminarMuchas gracias, Regina. Seguidoras tan fieles y tan entrañables como tú se encuentran difícilmente. Tus constantes ánimos y tu cariño han sido muy importantes para mí. Yo también TQM.
EliminarMuchos besos.
Le prometo señor, que esta noche cuando sea el momento, alzaré la copa y brindaré por Zeppo.
ResponderEliminarBrindaré contigo, por Zeppo y por tantos otros perros como él que nos han hecho firmar a muchos debajo de quien escribió que son los mejores amigos del hombre. No existe una fidelidad más desinteresada que la de ellos.
EliminarUn abrazo.
Este Zeppo tenía carácter y casta, aunque parece ser que no se casaba con nadie jajaja. Como se suele decir un tío duro, pero en el fondo noble y con alma.
ResponderEliminarUn abrazo amigo.
Así es, Rafa. Lo has calado perfectamente.
EliminarUn abrazo.
Zeppo, el documentado, tiene pose de aristócrata.
ResponderEliminarAl decir “que trataba a los otros de igual a igual” me has hecho recordar las palabras de Emmanuel Lévinas sobre un hecho trascendental durante su periodo de cautiverio. El filósofo fue arrestado y encarcelado en un campo de trabajo durante la Segunda Guerra Mundial. Fue tratado como prisionero, humillado como prisionero y considerado un “untermensch”, un “subhombre” según la ideología nazi. Su encuentro con un perro fue lo que le devolvió su dignidad.
Delante de la alambrada, un perro jugaba con los guardas. Cuando los guardas se marchan, el prisionero se acerca a la valla y el perro también quiere jugar con el prisionero porque no lo ve como un subhombre. Lévinas contaba que ese perro le había conmovido porque le había devuelto toda su humanidad. Dejo de “ser de una raza inferior” en la mirada del animal. Decía que había encontrado el perro no racista de la Alemania nazi.
Un fuerte abrazo, Chema.
Bonita historia Karima. Al final son los perros los que nos igualan. Y quizás con toda injusticia, también.
EliminarComo le decía a Inma, la imagen no es de Zeppo. No tenía una foto suya y encontré ésa que me lo recordaba muchísimo.
EliminarEstoy de acuerdo con Miguel. Es una historia preciosa. Además de nuestros mejores amigos en no pocas ocasiones nos sirven de ejemplo.
Un fuerte abrazo, Karima.
Que bonito Zeppo hasta parece de peluche.
ResponderEliminarBeso
Gracias por tu visita, Malque.
EliminarBeso.
Bonito recuerdo de un perro que se ve que era especial, tu blog también lo es en cierto sentido, hasta cojonudo diría yo:
ResponderEliminarhttp://dessjuest.wordpress.com/2013/01/31/the-cojonudos-blog-award/
Te agradezco mucho el detalle de la nominación, aunque espero no te tomes a mal que no haga una entrada para recibir el premio. Como no tengo tu gracia para adornarla y que parezca nuevo lo que resulta ser lo mismo que otras veces, ya decidí con el segundo actuar de esta forma.
EliminarUn abrazo y muchas gracias.
Austero en la manifestación de cariño, pero fiel en los momentos importantes ¿qué más se puede pedir? Entiendo perfectamente el cariño hacía Zeppo que se palpa entre líneas.
ResponderEliminarUn abrazo :)
Así es Pilar. Quizá no te diese muchos lametones, pero ojo con que alguien quisiera meterse contigo.
EliminarUn abrazo.
Las historias de los perros son más humanas que la de algunos humanos, Zeppo es precioso, y también me recuerda a mi Zegrí que afortunadamente todavía lo tengo conmigo, y espero que me dure aunque ya tiene once años. Por cierto, mi perro tiene el rabillo cortado.
ResponderEliminarMUCHOS BESICOS.
Hazle fotos a Zegrí, aunque ya he visto que tienes una en el blog. Yo no tenía de Zeppo y tuve que buscar una imagen prestada que me lo recordara.
EliminarCierto que son más humanas las historias de los perros. O más perrunas, para no ofender a los animalicos.
Muchos besicos para ti.
Antes de leeros a todos, que no me ha dao tiempo (como siempre), que estás invitado a mi Cojonuda`s Party.
ResponderEliminarhttp://sitedicenquefuiyo.blogspot.com.es/2013/02/the-cojonudas-party.html
Muchas gracias. Voy para allá.
EliminarBesos.
El mío también tenía papeles pero ni me molesté en ir a por ellos.
ResponderEliminarA mi me daba igual y a él, por lo que he podido comprobar todos estos años, también.
Este Zeppo parece un perro-gato...como mi Cutu! :D
Besos
La verdad es que yo lo veo muy canino. No me encaja lo de perro-gato, ni creo que a él le sentara muy bien que se lo dijera.
EliminarBesos.
Los perros nos regresan al estado de inocencia perdida. Como niños, pero sin rencor, son de una vitalidad intensa. De una fidelidad inmejorable y dan afecto a patas llenas sin preguntar filiación.
EliminarTodos lo que tenemos perros, con o sin pedigree, no los podemos olvidar al recontar los miembros de la familia. Por algo será.
Tu cita sobre el matrimonio me ha hecho sonreír. Un abrazo.
Lo del pedigree es anecdótico, evidentemente.
EliminarEstoy dedicando mi "cita del día", durante 20 días consecutivos, al matrimonio. Más tarde las recopilaré todas juntas en dos entradas de las dedicadas a citas.
Un abrazo.
Precioso homenaje a un fiel compañero. Nosotros también recordamos a nuestra pastora catalana con verdadero cariño.
ResponderEliminarEs difícil explicar cómo llegan a convertirse en parte de la familia y tu lo haces extraordinariamente bien.
Besazo
Muchas gracias, maja.
EliminarBesos.
Que Zeppo sea feliz en el paraiso de los perros !
ResponderEliminarComo te decía en 2013, los que tenemos, en mi caso tart murió a las dieceséis primaveras, https://albada2.blogspot.com/2017/07/tart-la-pequena-gran-perra.html, sabemos que hay perros que son mucho más que animales. Ayer recordaba con un hijo,´que se quedó el gato Lego, cómo la perrita buscaba a sus niños, los míos, antes de recogerse. Cuando faltaba uno, volvía recorrer estancias por encontrar al que le faltaba. Son entrañable, son un amor
ResponderEliminarUn abrazo, para Zeppo otro, esté en el cielo que sea donde duerma un sueño eterno
Son un ejemplo de desinterés y fidelidad para los humanos.
EliminarUn abrazo.
Ay me ha encantado. Y pobrecito con su patita mala pero ellos lo suplen todo muy bien, no hacen dramas innecesarios como nosotros.
ResponderEliminarMuy feliz martes.
No tenía ningún complejo con su pata coja.
EliminarBuena semana.
Un abrazo.
Veo que tienes un largo historial de relaciones perrunas. Esos seres que coahabitan con los humanos para hacerles la vida un poco mejor.
ResponderEliminarUn abrazo.
Unos dejan más huella que otros, aunque todos tienen su puntillo por el que los recuerdas con cariño.
EliminarUn abrazo.
Las mascotas que tuvimos durante bastantes años dejan un recuerdo imborrable.
ResponderEliminarUna bonita reedición.
Un abrazo.
Así es, Matías.
EliminarGracias.
Un abrazo.
A mi me ha dejado un recuerdo de hierro, imposible de romper.
ResponderEliminarEstos seres nos dan mucho, más que algunos humanos, ellos darían la vida por ti.
Me has enternecido Macondo, me dejas hecha mantequilla, el tema de los animales me puede, como el tema de los niños y ancianos con carencias.
Feliz día amigo.
Inspira mucha ternura el cariño que recibes de ellos sin pedirte nada a cambio.
EliminarFeliz semana, Carmen.
Yo recuerdo con más cariño a un perro que tuvimos que a mucha gente que ya murió...
ResponderEliminarQué fuerte!!!
Saludos.
Es cierto que se hacen querer más que muchas personas.
EliminarSaludos.
Preciosa entrada. Yo tuve una perrita que se llamaba Luna. Nunca olvidaré la alegría con la que nos recibía, cuando buscaba que la acariciaras en el sofá, cuando subía a mi cama para dormir... La pena que sentí cuando murió me decidió a no tener nunca más perros, aunque nunca se sabe. Un abrazo.
ResponderEliminarRecuerdo una de las Tucas de las que hablaba el otro día, que cuando escuchaba que subía el ascensor salía a recibirnos ladrando si era uno de nosotros. Si era otro vecino se quedaba tan tranquila. No sé cómo lo hacía.
EliminarUn abrazo, David.
Es tremendo el modo en que los perros se saben hacer un hueco, indispensable para nosotros, en la vida de los humanos...
ResponderEliminarAsí es, Ildefonso.
EliminarBonitos esos recuerdos, son un miembro más de la familia. Me has hecho recordar a los míos y a un pastor alemán que tuvimos que estaba adiestrado y que acabó olvidando todo lo que le enseñaron porque de chiquillos lo incordiábamos con ordenes, especialmente nos encantaba hacerlo sentar, estirarse, atarnos las manos con una cuerda y que nos desatara sin hacernos ni una rascada, el pobrecito creo que dejó de escucharnos.
ResponderEliminarMe has hecho sonreír con ternura pensando en ellos.
Besos
La verdad es que con los niños tienen que tener la paciencia de Job, los pobres.
EliminarMe alegra que te haya gustado.
Besos.
Siempretuve perros en casa, desde niña hasta ahora que soy abuela, ya te harás una idea.
ResponderEliminarPerros y nietos. Una buena combinación, aunque a veces supongo que puedan llegar a desquiciarte.
EliminarMerecía este homenaje...
ResponderEliminar: )
Besos.
Me alegra que pensemos lo mismo.
EliminarBesos.
Qué perro más especial, me ha encantado su carácter independiente y algo altanero, más propio de un gato.
ResponderEliminarY tú lo has contado muy bonito.
PD: como ya conoces mi fea costumbre de autoreferirme, no me resisto a dejarte esta historia, por si te apetece leerla.
Me alegra que te haya gustado.
EliminarY autorrefiérete todas las veces que quieras, espacialmente si es para enlazar relatos tan bonitos como ese.
gran homenaje! besitos!
ResponderEliminarMuchas gracias, Aniña.
EliminarBesos.
¡Qué bonita entrada, Macondo! Celebro tus reediciones :)
ResponderEliminarLa mayoría de los que me seguís no me conocíais cuando las edité. Algunos casi ni habíais nacido. :)
EliminarMe alegra que te haya gustado.
Simpática historia de un perro con personalidad. De hecho, en una misma raza, hay perros con un comportamioento muy distinto al del resto de sus congéneres. Lo mismo ocurre con los gatos, los hay cariñosos y los hay ariscos.
ResponderEliminarLo que más me ha llamado la atención ha sido su peculiar comportamiento durante el juego de póquer, jeje.
A todos se les toma cariño y se les recuerda siempre.
Un abrazo.
Lo del póquer no creo que fuera porque había aprendido a jugar, sino más bien porque debía detectar alguna excitación de mi primo ante una buena jugada y participaba de su alegría moviendo el rabo.
EliminarUn abrazo.
Ains... Me encantas las historias de perritos, y Zeppo parece un maravilloso amigo, además de guapo
ResponderEliminarUn besote :)
La foto en realidad no es suya. No tenía una de él y encontré al de la imagen, que realmente se le parece mucho.
EliminarUn beso.
Me ha hecho gracia el comportamiento de tu perro durante las partidas de póquer. ¿Conoces el cuadro de los perros jugando al póquer de Collidge? Uno de los perros jugadores, uno gris que fuma en pipa, esgris con manchas que fuma en pipa: es un Elkhound o rastreador de nutrias, una de las poquísimas razas de perro que no mueven el rabo. Esto lo convierte en un contrincante temible para el póquer pues nunca se sabe cuando tiene buenas cartas.
ResponderEliminarSaludos!
Borgo.
No conocía el cuadro, pero me has picado la curiosidad y he ido a verlo. Lo más cachondo es que hay dos haciendo trampas. Me encanta.
EliminarSaludos.
¡Qué grande Zeppo y cómo se les quiere a los joíos! me alegro que fuese de los que se sientan cuando quieren y dan la pata si ellos ven que hay que darla para que sepas que están ahí, así es mi Duda viejina también pero ocupa un espacio tan grande para lo pequeña que es.
ResponderEliminarBesines utópicos, Irma.-
Llenan toda la casa, sean del tamaño que sean.
EliminarBesos utópicos de esos tuyos.
Hola Chema, precioso homenaje a Zeppo, cada perro tiene su personalidad,eso de que tengan que dar la pata y mas cosas cuando su amo se lo pida es forzar la situación.
ResponderEliminarsi él quiere llamará tu atención de alguna forma para que tu respondas y así todos contentos.
Lo que está claro es que sea como sea el perro se les quiere y cuando faltan se le extraña.
Besos
Puri
Dejó una profunda huella en nosotros. Han pasado cuarenta años y todavía seguimos recordando anécdotas tuyas.
EliminarBesos.
Qué grande Zeppo. La historia me ha llegado mucho!
ResponderEliminarBesos!
Me alegra que te haya llegado.
EliminarBesos.
Jajaja, geniales las historias caninas. Has escrito unos relatos entrañables y muy buenos acerca de estos seres tan especiales.
ResponderEliminarMe encantan los perros y tuve una perrita- Laika se llamaba- hace unos años. pero un día frío de Otoño encontré en un jardín una gatita abandonada. Era como un peluche y me dio pena dejarla allí pues llegaba la noche. La llevé a casa con la intención de buscarle un dueño que la quisiera. Ay, pero me cautivó al instante. Desconocía a los felinos y no tenía intención de compartir la vida con uno. Total, que lleva conmigo la friolera de doce años. Se llama, Leticia, la princesa del barrio. Convivió con mi perra unos años y luego, Laika nos abandonó para siempre. Conservo vídeos de las dos muy simpáticos.
Me gusta más Leticia con "c", tanto para gata como para princesa.
EliminarHoy tengo en la casa un huésped —es de mi hijo— su nombre es Lucky, pero yo lo llamo Bullicioso y con ese nombre me obedece es de marca Schnauzer.
ResponderEliminarQué bonito es Zeppo y también su nombre.
Abrazos
Procedía de una camada con los nombres de los hermanos Marx. A él le tocó Zeppo. Conocí también a su hermano Groucho.
EliminarUn abrazo.
Pues morder mordía mejor que arañaba. Era un perro muy perro.
ResponderEliminarOtro abrazo para ti.