REEDICIÓN (edición: 18/10/2012)
Seguramente
hubiera llegado su madre a darle de comer, pero nosotros la vimos hambrienta en
el nido y decidimos adoptarla. Fue la mascota más original de cuantas tuvimos
mis hermanos y yo en aquellos primeros años de nuestras vidas.
Nos
informamos sobre la forma en que podíamos alimentarla y nuestros desvelos
resultaron eficaces. Fue creciendo en tamaño y sabiduría. Se hizo tan fiel
compañera como lo eran los propios perros. Incluso éstos se acostumbraron a
verla como una más del grupo. Unos ratos andando y otros con pequeños vuelos
para recuperar el terreno perdido, nos acompañaba en todas nuestras andanzas.
Solamente había que tomar dos precauciones: una porque le volvían loca los
objetos brillantes y la otra por sus manifestaciones de cariño.
Si
se te caía un llavero o cualquier otro objeto que brillase y no estabas atento
para recogerlo enseguida, se te adelantaba con unos reflejos increíbles y se lo
llevaba volando al tejado más próximo. Desde allí te miraba orgullosa con su
trofeo en el pico y juraría que se reía para sus adentros cuando le mentabas a
sus muertos. Había que esperar a que se cansase del juego, vigilando por si
cambiaba de sitio. Si tenías la suerte de que dejaba caer el objeto al suelo lo
recogías, pero si no había que ir a hacerse con una escalera.
Le
encantaba posarse sobre tu hombro y a ti que lo hiciera. El único problema era
que cuando le entraba un apretón afectivo quería demostrártelo picoteando tu
oreja. Como el pico de las cornejas es muy consistente, en alguna ocasión
terminabas con el recuerdo de un punto de sangre.
Nunca
se me hubiera ocurrido pensar que un animal pudiera tener sentido del humor o
le gustase hacer bromas. Lo más parecido a eso lo observé frecuentemente en
Ruperta. Ya tenía conocimiento de la facilidad de los córvidos para imitar
sonidos, pero pude comprobarlo cuando la oí ladrar. Poniéndose a buen recaudo
en el
tejado de las perreras, vacilaba a los perros intercambiando ladridos
con ellos. Se convirtió en una de sus aficiones favoritas, porque se daba
cuenta de que los sacaba de sus casillas.
Jamás
sintió curiosidad por las bandadas de sus congéneres, a pesar de que una de
ellas —curiosamente capitaneada por un ejemplar albino— frecuentaba nuestros
alrededores.
Al
principio estuvimos preocupados por su futuro cuando se nos terminaran las
vacaciones. Aunque se había acostumbrado a comer invertebrados y granos del
suelo, como cualquier otro representante de su especie, lo cierto es que
nosotros estábamos pendientes de que no le faltara de nada. Además se había
vuelto demasiado confiada y hacía buenas migas con el primero que llegaba. Al
final el problema lo solucionó ella sola, haciendo cambiar de opinión a los que
empezaron viéndola como un siniestro pájaro negro y terminaron con el corazón
conquistado por su simpatía. Quienes vivían allí todo el año asumieron
encantados su cuidado en nuestra ausencia.
Un
día desapareció y no volvimos a saber de ella. Antes de hacernos a la idea de
que un hipotético cazador de gatillo sensible y presas fáciles hubiese podido
acabar con su vida, preferimos pensar que había sido llamada por la Madre
Naturaleza y un apuesto cornejo se
había cruzado en su camino.
Qué bonito. Eso demuestra que cualquier animal puede conquistar nuestro cariño. Un beso.
ResponderEliminarTe la figuras como siniestra mascota de una bruja y sin embargo era un animal encantador, además de muy inteligente.
EliminarBesos.
Animales somos y parafraseando, creo que a Unamuno, nada animal nos es ajeno.
ResponderEliminarBonita historia y más bonita aun que la historia, fue la vivencia.
Un abrazo.
Así es, Miguel. Nunca pensamos que nos daría tanto juego afectivo.
EliminarUn abrazo.
La magia de tus relatos también termina conquistando los corazones. Aguardo siempre con impaciencia tus entradas porque me elevan muy alto; de ahí que recuerde con nitidez todo lo que escribes y publicas. Queda perfectamente clasificado en mi memoria y a veces, crea que tu bitácora es también la mía. Muchas gracias, Chema. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, Karima, por sacarle tanto partido a lo que escribo. La verdad es que Ruperta era un animal que, contrariamente a lo que en principio se pudiera pensar, inspiraba mucha ternura.
EliminarUn fuerte abrazo.
La verdad que sí, una linda historia que quienes vivimos rodeados de naturaleza entendemos bien y nos sentimos parte.
ResponderEliminarAbrazo
Me alegra que te haya gustado, Walter. Quienes vivís en contacto con la naturaleza estáis más acostumbrados a convivir con animales y os sorprenden menos esta compenetración con ellos.
EliminarUn abrazo.
¡Ja,ja,ja! Nunca se me hubiera ocurrido pensar que un animal pudiera tener sentido del humor o le gustase hacer bromas. Y seguro, seguro que la atracción de una cornejo fue superior a la vida que tenía con vosotros. Se me ha hecho simpática esta corneja.
ResponderEliminarUn cariñoso abrazo:)
EliminarA mí también me sorprendió su forma de comportarse. Parecía una persona con sentido del humor y amiga de las bromas. Me alegra haberte sabido transmitir la simpatía de derrochaba.
Otro fuerte abrazo para ti.
Ay, que le cogido cariñito a la corneja, que lista ¿no?, y lo de ladrar alucinante.
ResponderEliminarQue conste que había leído mal el título, la coneja Ruperta, menos mal que has puesto lo primero una foto, si no, menudo descoloque hubiera cogido leyendo.
Besitos
Más lista que el hambre, sí. Celebro haberte transmitido cariño hacia ella, porque es lo que a nosotros nos inspiraba.
EliminarMuchos besos, guapa.
Bellísima historia Macondo! Yo apuesto que voló detrás de su verdadero destino.. Y alégrate por eso.. Cada ser en su hábitat..
ResponderEliminarUn gran abrazo para vos.
Lo cierto es que la sacamos un poco inconscientemente de su hábitat. Creo que fue feliz entre nosotros, pero lo normal era que tendiera a relacionarse con sus congéneres en vez de con los humanos.
EliminarUn abrazo, Albers.
Preciosa historia y original mascota. es cierto que hay animales que aunque no lo parezcan se encuentran muy agusto entre los humanos.
ResponderEliminarBesazo
Ya puedes estar segura de que ésta, aunque fuera de su entorno natural, se encontraba feliz entre nosotros.
EliminarBesos.
Pues desde luego pocas mascotas más originales, porque sí, puedes tener una tarántula, pero eso de que se te pose en el hombro ya no sería lo mismo, ni pasearla por el pueblo, y yo que me pensaba algo por pasear con mi perrita :D
ResponderEliminarSeguramente al final la cabra tirara para el monte, encontraría su Ruperto seguro, tendría Rupertitos y Rupertitas y acabaría la vida tocándole las pelotas a los cazadores imitando el sonido de sus suegras :D
Abrazos.
Puedes seguir paseando orgulloso con tu perra, que los motivos para estar orgullosos de una mascota con son directamente proporcionales a la originalidad de la misma.
EliminarEn realidad no debería ser pieza apta para cazadores, pero ya sabes que hay quien le tira a todo lo que se mueve. Esa segunda parte de tocapelotas de cazador te la dejo para ti, que tienes más gracia.
Un abrazo.
Sí, más en tiempos de escasez, hay cazadores que salen a pegar tiros y les da igual a qué, yo nunca he cazado, pero tengo familiares que sí, en fin.
EliminarPues por eso lo decía precisamente.
EliminarOtro abrazo.
me gusta. Buena mascota, pero mejores veranos esos, libres, correrías, pillerías. Buena entrada mac. me gustó
ResponderEliminarMuchas gracias, Garriga.
EliminarSaludos.
El que no ha tenido una infancia ligada de algún modo al campo, no ha tenido infancia.
ResponderEliminarUn abrazo, maestro.
Tienes razón. A mí me dan mucha pena esos niños que no saben distinguir una oveja de una cabra. Y ya no te digo un macho de una hembra.
EliminarUn abrazo.
Solo hay que tener una cierta empatía para ver y sacar lo mejor de los demás, incluidos los animales.
ResponderEliminarUna historia muy bonita, ella era feliz y vosotros también :)
Muchos besos
Tú lo has dicho. No sabes la simpatía que tenía y el cariño que inspiraba un pájaro que en principio lo pondrían en la mano de una bruja para una película de miedo.
EliminarMuchos besos también para ti.
Tu Ruperta me ha recordado a la urraca de aquel álbum de Tintín "Las joyas de la castafiore" jejej
ResponderEliminarUn abrazo :)
Al fin y al cabo urraca y corneja son de la familia.
EliminarNo llegué a hacerme yo demasiado lector de las aventuras de Tintín.
Un abrazo.
Un recuerdo muy bonito de aquella mascota, tanto que has tenido un post para ella solita, y haces bien en pensar sólo en lo bueno que le pudo haber ocurrido. Me alegro de esta experiencia, los animales a veces nos dan lecciones de vida y nos dejan siempre su huella.
ResponderEliminarBESICOS.
Indudablemente nos dan más de lo que reciben de nosotros.
EliminarBesicos también para ti.
Ternura de Ruperta, y uno de niño que por instinto protege a los animalitos, además se gano la simpatía de todos, me l imagino ladrando y riéndose en el tejado, al mismo tiempo me a recordado El Principito, en su dialogo con el zorro "En cambio, si me domesticas…, sentiremos necesidad uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo", y es que dar amor es tan maravilloso...que es como explica el zorro, crea lazos. Me gusta el final del apuesto cornejo, cuando se murieron un par de perritas, y mis hijos eran pequeños, le dije que se habían ido perdidamente enamoradas, y que un día vendrían a visitarlos, hasta con hijitos, me encanta Ruperta y su historia, miles de abrazos y que tengas una bella semana, TQM
ResponderEliminarLo de las perritas que marcharon enamoradas e iban a volver con sus hijitos a visitar a tus niños es una de las mentiras piadosas mas justificables y bonitas que me han contado.
EliminarMuchos besos, Regina. Yo también TQM.
Una historia entrañable que habría encantado al bueno de don Miguel Delibes.
ResponderEliminarSiempre he pensado (y mira que uno es viejo ya para tantos sueños vagos), que cada mascota que he tenido a lo largo de mi infancia y de mi vida, sigue a mi lado, posada en mi hombro... y que nunca terminan de dejarme del todo.
Un abrazo.
Eso son palabras mayores. Me vas a nombrar a uno de mis escritores favoritos.
EliminarEs cierto que hay animales especiales que dejan huella en tu vida y los recuerdas con frecuencia.
Un abrazo, Jesús.
Una historia muy entrañable, me entraron ganas de adoptar a una corneja.
ResponderEliminarUn abrazo.
Con el paso del tiempo terminas pensando si no le hiciste una putada tornando su libertad por una vida de animal domesticado, aunque desde luego ella no parecía precisamente infeliz.
EliminarUn abrazo, Jon.
¡Qué bonita historia! Me la llevo.
ResponderEliminarToda tuya.
EliminarGracias, Silvia.
Besos.
Ahhh, perdona, ya he visto que me dejaste el enlace: mil gracias!!
ResponderEliminarNosotros tuvimos un periquito que era igual a tu pajarraco pero en chiquitín. Era único. Cuando murió intentamos suplirlo con otros pero jamás resultó. A él le encantaba el color plateado del agua, picar los dientes humanos, columpiarse, jugar, tirarse de cabeza en el puchero, jugar todo el rato. Era adorable como jamás he visto bichejo tan diminuto. Lo echo de menos. No encontramos otro igual.
Besos
Lo que más me llamaba la atención de Ruperta es que tuviese sentido del humor. Era un encanto. La recordamos con frecuencia en la familia con mucho cariño.
EliminarBesos, Celia.
Una mascota alada y en apariencia fea, pude acompañar la infancia, ser cómplice de un niño, parece mentira, pero sin duda recuerdas a Ruperta cada vez que ves una corneja. Es un texto muy tierno, la verdad. No sé si lo había leído, pero no lo recordaba.
ResponderEliminarUn abrazo, Macondo y feliz día
Igual no lo habías leído. Llevaba nueve meses con el blog y quizá no nos conociéramos todavía.
EliminarUn abrazo.
Todos animales cuidados nos sorprenden, yo, pequena, habia tenido una gallina enana de amiga....
ResponderEliminarNo es mala amiga tampoco una gallina enana. Lo que quizá no tuviera es sentido del humor como la corneja.
EliminarUna historia muy curiosa y simpática. Mucha gente cree que solo ciertos mamíferos (perros, gatos, conejos, etc.) y algunas aves (loros, papagayos, periquitos, etc.) pueden relacionarse amigablemente con los humanos, pero el abanico de especies domesticables es muy amplio. Yo tuve varios periquitos y jugaba con ellos. Ya ni te cuento con los perros, pero esto ya resulta perfectamente normal.
ResponderEliminarEl caso de la corneja me ha resultado muy hermoso y emotivo. Yo también prefiero pensar que se fugó con un amante ocasional, jeje.
Los recuerdos de la niñez no tienen precio.
Un abrazo.
Hay muchos animales con los que puedes establecer una buena relación, pero puede parecer increíble el juego que puede dar una corneja.
EliminarMe alegra que te haya gustado.
Esos recuerdos de niño dejan huella.
Un abrazo.
Insisto en que tuviste una infancia de lo más feliz :)
ResponderEliminarUn abrazo.
Y tienes toda la razón, Alfred.
EliminarUn abrazo.
Que bella historia, es un privilegio tener una infancia feliz.
ResponderEliminarDulce ruperta, me encanta.
Un abrazo y feliz día amigo.
Los hermanos dan mucho juego, por eso es una gozada tener muchos. Y si encima los padres no se quejan... Porque motivos tenían.
EliminarUn abrazo también para ti, Carmen. Y feliz finde largo, si has puedes hacer el puente.
R elato entretenido.
ResponderEliminarU n
P ájaro encantador.
E n un
R audo vuelo, sobrepasó el
T ejado y nos dijo
A diós.
Gracias por el acróstico dedicado a Ruperta.
EliminarBonita historia
ResponderEliminarAbrazos
Gracias, Chaly.
EliminarUn abrazo.
Me reafirmo en que los niños de hoy se han perdido un universo de emociones y experiencias... una pena...
ResponderEliminarSaludos.
Te reafirmas bien.
EliminarSaludos.
Quiero pensar que terminó como dices... :)
ResponderEliminarSupongo que mas de una cagada caería en la espalda...jajaja :)
Salud
Yo también quise pensarlo así.
EliminarNo recuerdo si cayó alguna cagada, la verdad. Picotazos cariñosos, sí.
Salud y abrazo.
Que bonita historia. Me gusta recordar mi infancia. Éramos tan afortunados.
ResponderEliminarSaludos ⭐
Lo mismo me sucede a mí y lo mismo pienso.
EliminarSaludos.
Ay me encanta esta historia. Yo tuve una urraca y es exactamente igual a lo que dices. Y un buen día se fue, y también nos imaginamos que se había fugado con un apuesto novio.
ResponderEliminarAinnnns qué recuerdos.
Feliz finde.
Entonces sabes bien de lo que estoy hablando, porque urraca y corneja son primas hermanas.
EliminarFeliz finde también para ti.
Un abrazo.
Muy buena historia y sí yo espero que encontrara a un cornejo por esos mundos y por allí sigan sus descendientes.
ResponderEliminarHabía escuchado que son unas buenas "ladronzuelas" de todo lo que brilla y tu experiencia lo confirma, lo que desconocía totalmente es sus "sentido del humor", qué bueno que puedan imitar sonidos y hasta el ladrido de un perro. Afortunados por tener la oportunidad con la Ruperta (por cierto me ha sonado muy 1,2,3..)
Besos
Muy afortunados, por esta y otras experiencias que tuvimos de niños.
EliminarPor cierto, que la calabaza del 1,2,3 no existía todavía. Debió ser Chicho el que nos copió a nosotros. :)
Besos.
Pues si, lo suyo es que ella misma hubiese entendido que su vida estaba en la libertad que da la naturaleza. Es mejor, además de coherente, pensar así.
ResponderEliminarCuando un animal se cría entre humanos no es tan sencillo que comprenda que su vida está en libertad. Tiene que haber un momento especial —como puede ser el celo— en el que la naturaleza apele a su instinto.
EliminarHaber puesto "cornejo" en cursiva no tiene otra explicación que dejar constancia de que es una voluntaria incorrección para referirme al macho de la corneja, que también debe denominarse "corneja". Llamarlo en masculino es la misma falta que cometen los imbéciles de los políticos que dicen "miembros y miembras", pero con el otro género. Si miras la RAE, verás que un cornejo solo puede ser un arbusto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Algo en nosotros hace que los animales nos sigan atrayendo... A pesar de los tiempos que corren...
ResponderEliminarAnimales somos, al fin y al cabo, aunque con frecuencia no lo merezcamos.
Eliminargracias por el post! me ha encantado! besitos!
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado.
EliminarBesos.
Consigues transmitir la admiración y el afecto por la corneja. Los córvidos son animales muy inteligentes, sociales y afectuosos, nada que ver con lo que se nos transmite muchas veces.
ResponderEliminarTu relato me llevó directamente a mi infancia, enfrente de mi casa estaba el parque y pasaba tardes enteras observando los pájaros.
Un beso.
Es cierto que por su color la gente los mira con cierta reticencia, pero tratándolas descubres que son unas aves simpáticas e inteligentes.
EliminarUn beso.
Buena historia.
ResponderEliminarLa corneja acá no se consigue, pero tenemos tordos, zorzales y cotorras para "tirar al techo"
Abrazo!
Cada lugar tiene sus especies, pero algún córvido tendréis por ahí.
EliminarUn abrazo.
No me la imagino ladrando jajaja.
ResponderEliminarQué buena historia, me ha parecido enternecedora.
Un beso enorme y feliz tarde.
Pues ladraba, te lo aseguro.
EliminarMe alegra que te haya gustado.
Un beso.
Hola Macondo , te contare que el otro día te leí esta entrada y como no estaba muy bien ya que andaba un poco pachucha pensé que a la mañana siguiente te comentaría esta entrada , y mira tú por donde se me fue de la cabeza y hoy al ver tu a radio me he acordado , y vengo a contarte algo que a lo mejor no te lo crees , pero es verdad ya que más de una vez , me lo a contado mi madre y su prima , así que te lo voy a contar .
ResponderEliminarLa prima de mi madre , tenía una vecina que era ciega desde nacimiento y mientras sus padres vivieron a la chica no le falto de nada y vivía desahogadamente , y cuenta que siendo su vecina una chiquilla de unos 11 años , de un nido cayó una cría de un cuervo y ella estando cerca de allí oía el graznido del cuervo , con mucho cuidado lo cogió y se lo llevo a su cuarto y lo metió en una caja de zapatos entre algodones y se encargo de darle de comer , cuidarlo y enseñarle a hablar , cuando se hizo mayo , su padre le compro una jaula , y lo tenía como un pájaro más y a base de empeño y paciencia , el cuervo aprendió a hablar casi como una persona , pasaron muchos años y los padres de la vecina murieron , y se quedo ella sola con la prima de mi madre , y los días que tenía visita y llamaban a la puerta el cuervo le decía" María luisa , están tocando a la puerta tenemos vista " y si ella no contestaba , volvía avisarle.
Me a gustado mucho , este relato tuyo ya que muchas veces la nobleza de los animales es maravillosa , te deseo una feliz noche, ahora voy a leer la entrada que acabas de publicar , te deseo una feliz semana besos de flor.
La corneja en realidad es un cuervo en pequeño. Puedo dar fe de su capacidad para emitir sonidos e imitarlos. Había escuchado que eran capaces incluso de decir alguna palabra (eso yo no lo he comprobado), pero lo del cuervo que tu nombras ya es para nota. Y claro que te creo, por qué no voy a hacerlo.
EliminarFeliz noche también para ti.
Qué bien has plasmado el carácter, el humor y la inteligencia de esta corneja. ¡Qué bellos recuerdos de infancia! El no tener internet tenía sus ventajas.
ResponderEliminar"Desde allí te miraba orgullosa con su trofeo en el pico y juraría que se reía para sus adentros cuando le mentabas a sus muertos."
Abrazo, Chema, con todo mi cariño.
No tener internet tenía sus ventajas, como tú dices, María Pilar. Y jugar en la calle e inventarte los juguetes también.
EliminarUn abrazo para ti con el mismo cariño.