Respetable propietario

Leonardo sabía que raramente puede accederse a esas propiedades en la juventud, aún procediendo de una familia de posibles como la suya, cuya mayoría de los miembros solía terminar heredándolas de sus predecesores, pero a una edad más avanzada. Lo habitual era que los primeros en poder disfrutarlas fueran los más mayores y resultaba inútil rebelarse contra tradiciones tan arraigadas. Cuando a los treinta y cinco pudo pagar las dos imprescindibles entradas para poder adquirir los derechos sobre la que iba a ser la suya, se consideró un privilegiado. Se había adelantado por lo menos diez años a la mayoría. No obstante, aún tuvo que esperar casi quince más para poder considerarse propietario de toda la extensión. Cuando lo consiguió hizo una celebración por todo lo alto. No era para menos. Sin ser todavía cincuentón, había recuperado totalmente la cabeza del pelo y era dueño de una brillante y respetable calva.