Todas las noches, nada más llegar a casa, abre el armario de su dormitorio y saca una pequeña caja de caudales. Se recrea separando una parte de sus ingresos diarios y metiéndolos en ella. Hoy volverá a hacer lo mismo, pero sin embargo es un día muy especial. Por fin van a alcanzarle los ahorros para comprar la máquina de coser con que poder establecerse por su cuenta. En no demasiado tiempo se hará con otra y le dará trabajo a la Choni, su amiga y compañera de piso, tan trabajadora y mañosa como ella en las labores de costura. Ayer, sin ir más lejos, estuvieron hablando largo y tendido del asunto. Las dos podrán trabajar en casa, pero para cuando pueda comprar las siguientes máquinas ya le ha echado el ojo a un local que lleva tiempo sin alquilar. Lo tiene medio apalabrado con la propietaria. Allí se ubicarán perfectamente hasta ocho personas. Con tantas empleadas ella podrá dedicarse a la creación de sus propios modelos, que es lo que realmente le gusta. Como diseñadora sus ingresos aumentarán considerablemente...
Tan ensimismada está en sus pensamientos que casi no se da cuenta de que ha llegado a su portal. Mientras saca la llave del bolso una extraña intuición cruza por su mente. Conforme sube las escaleras de los dos pisos se va convirtiendo en angustia. Cuando entra en la vivienda y ve que en la habitación de su compañera no queda ni la maleta, no necesita ir al armario de la suya para confirmar sus temores. Sin llegar a quitarse el abrigo va a la policía a poner la denuncia.
Tan ensimismada está en sus pensamientos que casi no se da cuenta de que ha llegado a su portal. Mientras saca la llave del bolso una extraña intuición cruza por su mente. Conforme sube las escaleras de los dos pisos se va convirtiendo en angustia. Cuando entra en la vivienda y ve que en la habitación de su compañera no queda ni la maleta, no necesita ir al armario de la suya para confirmar sus temores. Sin llegar a quitarse el abrigo va a la policía a poner la denuncia.
No ha vuelto a saber nada de la Choni, ni de la caja de caudales. Sigue en su trabajo de siempre y ha empezado a ahorrar de nuevo. El dinero ahora lo guarda debajo del colchón. Piensa lo bonito que quedará en el local un cartel luminoso con su nombre, mientras satisface los lujuriosos caprichos del baboso de los jueves por la tarde.