La
historia del pasatiempo hispano sería incomprensible sin considerar la figura
de don Pedro Ocón de Oro, tanto por
su aportación como inventor (sopa de letras, oconograma, crucigrama en blanco,
etc.) como por su colaboración en diversas publicaciones propias y ajenas.
Desde que a los 16 años (1947) ganara las 50 pesetas de premio al mejor crucigrama del mes enviado por los
lectores al periódico Madrid, hasta su prematuro fallecimiento en 1999, convirtió en arte el oficio de entretener,
cumpliendo con el precepto de “deleitar aprovechando” que preconizaba
Horacio. La actividad de la firma no quedó interrumpida, porque sus hijas
tomaron el testigo.
En
una de esas ocasiones en las que en mis
tiempos de estudiante me dio por ponerme al otro lado del pasatiempo (el que
magistralmente ocupaba don Pedro), se me ocurrió escribir a alguna publicación
para ver si podía interesarles mi colaboración. El único que se dignó contestarme fue él. Me
invitó a enviarle alguna muestra y posteriormente, en una de sus visitas a
Zaragoza para firmar ejemplares de alguno de sus libros en El Corte Inglés, a
mantener una entrevista.
Nos
conocimos en el Hotel Goya, donde se hospedaba. Me dijo que no le
interesaban las colaboraciones de
crucigramas, puesto que tenía un equipo dedicado a su creación. Pretendía
destacar en otros pasatiempos, como el jeroglífico, en los que la imaginación
adquiere un mayor protagonismo. Le manifesté que si me consideraba
absolutamente inútil para resolverlos, con mucho más motivo lo sería para
crearlos. Me animó a familiarizarme con ellos,
especialmente a través de su revista Pasatiempos
ORO, y de esta forma empecé a colaborar con él.
La
ventaja que enseguida advertí en los jeroglíficos, con respecto a otros
pasatiempos, fue que podían crearse en cualquier sitio. No necesitaba estar
sentado con papel y lápiz, sino que
bastaba con ir por la calle pensando en signos y objetos hasta que de repente
se me hacía la luz y tomaba un simple apunte. Cuando tenía veinte o veinticinco
los pasaba a limpio y los mandaba por correo, quedando a la espera del
veredicto de don Pedro. No tardaba en contestar, devolviéndome los no
seleccionados con explicaciones que me ilustraban sobre los motivos que le
habían llevado a rechazarlos. En algunas ocasiones era porque ya estaban
creados con anterioridad (nunca se me ocurrió preguntarle cómo podía llevar
semejante control), en otras porque incumplían alguna norma que yo entonces
desconocía (así fui aprendiendo) y en otras simplemente porque no le gustaban.
Venía a quedarse con una quinta parte,
lo que para mí resultaba un éxito.
La
satisfacción de ver publicado algo que yo hacía por entretenerme hubiera sido
compensación suficiente, pero desde el principio dejó muy claro que me
retribuiría el esfuerzo. Creo recordar que los jeroglíficos cotizaban a 250
pesetas y otros pasatiempos que requerían
mayor elaboración a más. Su forma de pagarme era tan puntual
como curiosa. En el
mismo sobre en el que me devolvía los ejemplares no seleccionados, me enviaba el dinero por los que había elegido. Jamás hubo un problema con Correos.
Así
estuvimos durante algún tiempo, carteándonos cuando le hacía un envío y
viéndonos las dos o tres veces más que volvió por Zaragoza a firmar ejemplares
de algún libro. Más de cien pasatiempos creados por mí (sobre todo
jeroglíficos, pero también oconogramas y algún damero) fueron publicados,
especialmente en la revista Pasatiempos
ORO. Recuerdo con especial orgullo un jeroglífico que apareció en la
portada de uno de sus números.
Cuando
empecé a trabajar fui distanciando las colaboraciones, hasta que terminé por
dejarlas totalmente. En junio de 1999 lamenté profundamente la noticia de su
fallecimiento. A la admiración por el genio se había unido el merecido afecto
por la persona.
Es más que probable que algún damero de esos lo llegara a rellenar, esa revista llegaba a mis manos a menudo y ese pasatiempo era de mis favoritos :)
ResponderEliminarPuede que fuera la única entrada que no tenía comentarios. Qué ilusión me hace tu visita a escritos de hace un año.
EliminarEl damero no sería mío, porque apenas hice. Me enfocó por el jeroglífico.
Un abrazo.
De niño resolvía jeroglíficos. Recuerdo su nombre. Lo recuerdo bien. Una honrada historia. Rememoro a Ocon de Oro.
ResponderEliminarA lo mejor alguno de ellos lo había creado yo. ;-)
EliminarSaludos.
La verdad compre algunas revistas de Pedro y eran las mejores.Una lastima no poder conseguirlas.
ResponderEliminarYo tenía guardadas unas cuantas, hasta que me cambié de casa hace unos pocos años. También los correos que intercambiaba con él. Estos últimos lamento no haber seguido guardándolos.
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