Cita del día

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CITA DEL DÍA: «A los ídolos no hay que tocarlos: se queda el dorado en las manos» (Gustave Flaubert).

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lunes, 28 de agosto de 2017

La hermana Teodora






Esa media hora que tenían entre el rezo del rosario y la cena siempre había estado bastante desaprovechada. Era demasiado corta para hacer algo que mereciera la pena y demasiado larga para estar esperando, mano sobre mano, cada una en su habitación. Las hermanas más jóvenes encontraron una solución, pero durante mucho tiempo solo se atrevieron a cuchichearla. La madre superiora era demasiado anticuada para que osaran planteársela. El asunto se resolvió con la visita del señor obispo el día de la patrona. Comentando las actividades diarias salieron a colación esos treinta minutos, siendo él mismo quien les invitó a utilizarlos en alguna actividad lúdica que permitiera descansar el espíritu para retomar la oración con fuerzas renovadas. Taladradas por la mirada asesina de la abadesa le plantearon la posibilidad de jugar al bingo, idea que su Excelencia Reverendísima acogió con simpatía hasta el punto de encargarse personalmente de comprarles el juego. Como el aliciente para la ganadora no podía ser pecuniario, agarrándose a la idea extendida de que Nuestro Señor hace la vista gorda a los pecados de la gula en los religiosos, decidieron duplicar la ración de postre a aquella monja que primero completara el cartón cada día. Arguyendo que al ser diabética no le convenía excederse en el consumo de dulces, la oscura y pelotillera hermana Segismunda se apuntó voluntaria para extraer las bolas numeradas de la bolsa. Transcurrido el primer mes observaron desconcertadas que más de la mitad de los días había cantado el bingo la madre superiora. Demasiada casualidad si no se trababa de un milagro, pero demasiado nimio el asunto para que el Altísimo hubiera considerado oportuno inmiscuirse. En las dos semanas siguientes la hermana Teodora tuvo que sustituir a la hermana Segismunda, encamada con una gripe rebelde. Casualmente la abadesa no volvió a cantar y el premio estuvo muy repartido. Con la intervención de sor Teo el sorteo dejó de estar amañado.
 
 

miércoles, 23 de agosto de 2017

La panadería de Filomena






Filomena era una mujer práctica, que no daba puntada sin hilo. Cuando montó la panadería lo hizo en un pequeño local y con la más absoluta austeridad. Pensó que el paso del tiempo marcaría si merecía la pena ampliarla y dedicarle algunos extras. Solo cuando vio que la falta de espacio le estaba impidiendo desarrollar el negocio con el impulso que había adquirido, aprovechó que el local contiguo se había quedado libre para alquilarlo también y hacer unas reformas en ambos. Encargó un cartel luminoso que sirviera de reclamo para quienes pasaban por la calle. Le aconsejaron que pusiera Panadería Filomena López. Se pagaba por el número de letras. Consideró que con pan se entendía lo mismo que con panadería y que con un nombre tan original como el suyo, incluso aunque lo pusiera recortado como le llamaba todo el mundo, no necesitaba apellido para ser perfectamente identificada. Como las mayúsculas valían lo mismo que las minúsculas, valoró que llenaría más con aquellas y en unos días le montaron su PAN FILO. Cogió dos empleadas y aumentó la repostería con tanto éxito que le pareció había llegado el momento de cumplir su ilusión de ser madre. Trabajó hasta el mismo día del parto, en el que trajo al mundo a un hermoso varón. Sabía que a su marido le hacía ilusión que se llamara José, como él, pero le dijo que como iba a apellidarse Pérez López, el chico requería un nombre original como el de ella. En realidad estaba pensando que cuando heredara la panadería, si lo llamaban como se le había ocurrido, con un pequeño retoque se evitarían tener que gastar dinero en un nuevo cartel. Y así fue cómo el niño fue bautizado como Pánfilo.


sábado, 19 de agosto de 2017

Nicolás y Valentina






Supuestamente nació varón y le pusieron de nombre Nicolás. Desde su más tierna infancia los allegados se acostumbraron a llamarle Nico. Pronto descubrió que el sexo que había recibido no se correspondía con el que le dictaba su instinto. Cuando se atrevió a dar el paso de hacerlos coincidir con la intervención de la ciencia, dejó constancia en el juzgado de que pasaba a llamarse Valentina. Los amigos que hizo desde entonces la conocieron por Tina sin problemas. Sin embargo a quienes llevaban tiempo en su vida les costaba acostumbrarse a su nuevo diminutivo, a pesar de que querían mostrarle su apoyo habituándose a él. Como en esos momentos tan importantes de su existencia había terminado por combatir el estrés haciéndose fumadora empedernida, ella misma les dio la solución juntando los dos apelativos en uno: NicoTina.


martes, 15 de agosto de 2017

Buscando la parejita






Él trabajaba muchas horas en el taller y a ella no le faltaban labores en casa como costurera, por lo que pudieron meterse holgadamente en la hipoteca de un piso y casarse cuando quisieron. Como a los dos les encantaban los niños y los gastos de la boda los tenían más que superados, enseguida encargaron el primer hijo de la parejita que esperaban tener.

Cuando nació el chico no tuvieron que pensar mucho para buscarle el nombre, porque eran muy tradicionales. Le pusieron Mariano, como su progenitor y como su abuelo paterno. Lo vistieron de azul, le compraron un caballo de madera y su padre lo hizo socio del Atleti, el equipo de sus amores.

Como su situación económica seguía siendo buena, no tardaron en ir a buscar la niña.

Antes del año nació Julián, que heredó el nombre de su abuelo materno. Lo vistieron de azul, le compraron un caballo de madera y su padre lo hizo socio del Atleti, el equipo de sus amores.

Aunque su economía ya no iba tan boyante, su ilusión por la chica era tan grande que no tardaron en ir a por ella.

Antes del año nació Pascual, cuyo nombre le vino por un amigo de la familia al que hicieron padrino. Lo vistieron de azul, le compraron un caballo de madera y su padre lo hizo socio del Atleti, el equipo de sus amores.

A pesar de que económicamente estaban pasando por malos momentos, hicieron horas extraordinarias y se apretaron el cinturón para no tener que renunciar a su ilusión de tener una cría.

Antes del año nació otro varón. Le pusieron de nombre Rosalino, lo vistieron de rosa, le compraron una muñeca y su madre lo hizo socio de la Escuela de Corte y Confección de la Sección Femenina.


viernes, 11 de agosto de 2017

Citas (921 a 930)







921. "No sabes lo fuerte que eres hasta que ser fuerte es la única opción que te queda" (Bob Marley).



922. "El paraíso lo prefiero por el clima; el infierno por la compañía" (Mark Twain).


923. "La razón es lo que más asusta de un loco" (Anatole France).


924. "Lo peor de un pícaro es que las picardías que inventa son jocosas, caen simpáticas y parecen perdonables" (Gregorio Marañón).


925. "Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, o su origen, o su religión" (Nelson Mandela).


926. "No juzgues cada día por la cosecha que recoges, sino por las semillas que plantas" (Robert Louis Stevenson). 


927. "Mala cosa es tener al lobo cogido de las orejas, pues no sabes cómo soltarlo ni cómo continuar aguantándolo" (Terencio). 


928. "Hay dos maneras de difundir la luz... ser la lámpara que la emite, o el espejo que la refleja" (Lin Yutang).


929. "Las oportunidades son como los amaneceres; si uno espera demasiado, se los pierde" (William George Ward).


930. "Si no quieres que se sepa, no lo hagas" (Proverbio chino).



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lunes, 7 de agosto de 2017

La elefanta y la barra






Una elefanta del circo
más bien tirando a gordita
se ha colgado de una barra
que más bien tira a barrita.
Pasados unos segundos
la barra se debilita
y a pesar de sus esfuerzos
descomunales no evita
que al suelo se caiga su
paquiderma favorita.
La barrita está asustada
y la elefanta barrita.


jueves, 3 de agosto de 2017

Las inundaciones del sótano






Después de que se produjeran varias inundaciones en el sótano durante un periodo de tiempo relativamente corto, las compañías de seguros dejaron de considerarlas accidentales y desecharon seguir asumiendo el riesgo de asegurar la vivienda, argumentando defectos en la construcción de la misma. De hecho siguieron ocurriendo dichos siniestros casi todos los años, con el consiguiente deterioro de unos muebles que se calaban antes de que diera tiempo a sacar el agua de la habitación. Los propietarios pensaron que si se pudiera achicar con mayor rapidez, aunque seguiría existiendo el problema principal, no quedarían secuelas en los enseres. Lo consiguieron utilizando recipientes elevados a la cuarta potencia, en vez de cubos.