REEDICIÓN: edición (05/03/2015)
Mi hermano el mayor siempre dijo que a los niños había que educarlos como a los perros: sin concesiones. Si no quieres que el perro te ponga las patas encima, debes recriminárselo desde la primera vez que lo hace. A lo sumo tendrás que darle un pequeño aviso en el morro. Si después de que te las ha puesto mil veces pretendes enseñarle a que no lo haga, tendrás que darle una somanta de hostias; la que deberías llevarte tú por no haber sido consecuente.
Siempre pensé que las teorías de mi hermano sobre la educación de los hijos se caerían estrepitosamente cuando tuviera uno, pero estaba equivocado. Mi sobrino Antonio es el chico más educado que conozco. Desde niño se ha comportado como todos quieren que se sean los hijos de los demás, aunque ellos tengan los más maleducados. Sus padres partieron de la base de que era suya la responsabilidad de que no molestara, en vez de ser de los de alrededor la obligación de soportar impertinencias ajenas.
Siempre pensé que las teorías de mi hermano sobre la educación de los hijos se caerían estrepitosamente cuando tuviera uno, pero estaba equivocado. Mi sobrino Antonio es el chico más educado que conozco. Desde niño se ha comportado como todos quieren que se sean los hijos de los demás, aunque ellos tengan los más maleducados. Sus padres partieron de la base de que era suya la responsabilidad de que no molestara, en vez de ser de los de alrededor la obligación de soportar impertinencias ajenas.

Después de la educación, la segunda cualidad que destacaría en Antonio es la bondad. Si le pides un favor no solo va a hacértelo, sino que además se considerará más que pagado por la satisfacción de haber podido ayudarte. Además te lo hará bien, porque es concienzudo e inteligente.
Incidiré en esa inteligencia como su tercera cualidad, antes de que alguien piense que mi sobrino es bueno porque no sabe ser de otra forma. Es como es porque le sale de las pelotas y porque su cuarta cualidad es la paciencia para aguantar a mi hermano como educador; pero si en un momento determinado quiere salirse por la tangente lo hará, dándole además los muletazos necesarios para que no se mosquee.
Ese es mi sobrino Antonio, portador del nombre que ha ido pasando de primogénito a primogénito en las últimas cinco generaciones de mi familia. Todo un honor para nosotros que sea precisamente él quien lo lleve, después de su tatarabuelo, su bisabuelo, su abuelo y su padre.